miércoles, 10 de diciembre de 2014

El impostor de Javier Cercas


"Escribo una novela de aventuras sobre la aventura de hacer novelas"
Con estas palabras el escritor hace una reflexión sobre su manera de escribir y construir sus historias. Y así es como empieza "El impostor" su última novela que el día 10 de diciembre (2014) presentó en la Librería Popular de Albacete. 
Hay un tema claramente visible en la novela que es la presentación del impostor, lo que Cercas denomina un “rock star” de la memoria histórica. Es el único deportado que habló en el Parlamento español, en nombre de todos los deportados y conmovió a la audiencia. Benito Bermejo, historiador, lo desenmascaró en mayo de 2005, antes de celebrarse en el campo de Mauthausen el sesenta aniversario de la liberación de los campos nazis, ocasionando un serio escándalo.  En la novela se va describiendo la verdad oculta en medio de mentiras, en medio de un laberinto de espejos. El impostor ha amasado una gran mentira con pequeñas verdades.
El auténtico tema, sin embargo, no está tan visible
Según el novelista, Enric Marco es un excepcional  “Maradona, el Picasso de la impostura”. Pero lo más interesante es su normalidad, es una metáfora hiperbólica monstruosa de lo que somos los seres humanos. La novela habla de lo que somos todos, de lo que sentimos: una angustiosa y humillante necesidad de ser aceptados, de ser queridos, y el personaje lo representa de una manera monstruosa, trasgrediendo  todos los límites. Nos maquillamos en el espejo para disimular lo que somos.
Al hacer esta reflexión Javier Cercas cita un verso de T.S. Elliot: “La especie humana no puede soportar la realidad”, que resume su idea acerca del sentido de la condición humana expuesta en la novela. En realidad Cercas considera que somos novelistas de nosotros mismos. El propio Cervantes creía en ello cuando creó el personaje de Alonso Quijano el Bueno, quien se inventa una personalidad, la de don Quijote, con la que vive todas las aventuras, la vida heroica con la que Alonso Quijano había soñado. Del mismo modo Enric Marco, nacido en un siquiátrico en el que estaba ingresada su madre, encerrado él mismo en una vida gris en un taller de reparación de automóviles, decide a los cincuenta años decir ¡¡Basta!!  e inventarse una vida de héroe del antifranquismo. Cambia de nombre, de ciudad, de trabajo, de mujer  y emprende su aventura.
Cercas está convencido de que lo que hizo Marco durante la Transición, lo hicieron muchos intelectuales que se inventaron un pasado antifranquista y demócrata.
Algo de esto anuncia la novela con la cita del comienzo “Si se non nouerit” que son las palabras con las que el ciego Tiresias (en Las metamorfosis, libro III de Ovidio) responde a la pregunta de Liríope, acerca de si su hijo vivirá mucho. Con ellas anuncia premonitoriamente el futuro que espera a Narciso: Sí, si no llega a conocerse (a sí mismo), vivirá hasta que sea viejo. Ya sabemos que Narciso vive en la desolación y en una inseguridad que necesita la admiración de los demás; por ello se parapeta detrás de una ficción halagadora. Del mismo modo, a Enric Marco le salvaron sus mentiras, de un hombre gris pasó a ser un héroe singular condecorado, “porque la ficción salva, pero la realidad mata”.
Es esta novela otro ejemplo de docuficción. La docuficción se introduce en el ámbito documental-histórico, en el sentido de que se reconstruyen historias del pasado, relacionadas con historias del presente narrativo. El autor de docuficción trata el universo a su manera, buscando la constatación de la verdad de lo que cuenta y parejamente la credibilidad del narrador. El impostor es una novela cervantina como la define su autor en la que cabe la crónica, la historia, el ensayo, la biografía la autobiografía, etc. Según el modelo cervantino es “un banquete con muchos platos”-concluye Javier Cercas.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Chanson Française. Diciembre 2014


Passion pour la Chanson
Con repertorio renovado, vuelven este año un grupo de músicos, la mayoría de Albacete, para traer al presente los aires de la Chanson Française.  Jacques Brel, Aznavour, Barbara, Trenet, Obispo, Gainsbourg, etc., y sus canciones son las que han removido los sentimientos y los recuerdos de los asistentes a este festival que ha contado con el lleno completo del Auditorio Municipal de Albacete.
¡Estupenda idea de los Amigos del Jazz de Albacete!

Mi-Cuit y Lucía Escobar: "Les passant (2010) de Zaz.
CombinaDos : Rosa (2006) de Pascal Obispo.
Le Petit Swing: Sous le ciel de Paris (1951) de J.Drejac y H.Giraud

ComboArte: La chanson des vieux amants (1965) de Jacques Brel.

ComboArte: Les vendanges de l'amour (1963) de Michel Jourdain.

CombinaDos: La bohème (1965) de Ch. Aznavour.

CombinaDos: Ne me quitte pas (1959) de Jacques Brel

Fin de fiesta.
Todos en el escenario, cantando con el público el poema de Bécaud:
L' important c'est la rose...

Componen los grupos:
ComboArte:
Julia Arteaga (voz), Rosa Montero (v0z), Carlos Vázquez (voz), Miguel López (voz), Alex Ponce (violín), Antonio Cebrián (piano), Paco Arteaga (guitarra), Carlos García (guitarra), Segis Armero (bajo), Pascual Ortiz (batería)

CombinaDos:
Guillermo González (voz), Marcelo Beltrán (piano)

Le Petit Swing:
Jimena Villegas (viola), José Luis Martínez (guitarra), Rafael Pérez (guitarra), Andrés Gabaldón (bajo)

Mi-Cuit:
Laura Quereda (voz), Menchu Ortega (acordeón), Sven Rosström (armónica), Jesús Ríos (guitarra), Segis Armero (bajo eléctrico), Pascual Ortiz (batería) 

domingo, 19 de octubre de 2014

Calle de las Tiendas Oscuras. Patrick Modiano.

Trampas de la memoria
Rue des boutiques obscures (1978), traducida al español primero como La calle de las bodegas oscuras (1980, Monte Ávila) y después editada por Anagrama en 2009 con el título actual. Obtuvo el Premio Goncourt (1978)
Su autor, Patrick Modiano, acaba de recibir el Premio Nobel en Literatura por haber dibujado “el más imperceptible destino del ser humano y desvelado el mundo de la ocupación” alemana en Francia, según el jurado de la Academia sueca.
París, donde discurre la trama, es un personaje interpretado desde la percepción e interiorización de los recuerdos del protagonista, es un París totalmente interior, soñado y en ningún caso nostálgico. “…bajo los árboles del muelle, me dio la desagradable impresión de que estaba soñando. Ya había vivido mi vida y no era sino un fantasma que flotaba en el aire tibio de un sábado por la noche” (p. 36)
La llave que articula todos los capítulos de la novela es la investigación que el protagonista lleva a cabo con el objetivo de recuperar su propio pasado, la memoria que la amnesia ha ocultado desde que cruzó la frontera de Suiza, huyendo de la ocupación nazi en Francia, a mediados de los 60. La memoria es uno de los temas recurrentes en las novelas de Modiano, quien cree que la memoria puede reconstruir nuestros recuerdos. Sin embargo es obvio que la memoria tiende trampas y no siempre trae al presente los hechos, evocados de manera objetiva. Por ello Modiano intenta reconstruir el pasado de su protagonista a través de la huella que su paso ha dejado sobre los hechos y las personas con quienes compartió experiencias vitales:
Al fin y al cabo, si nos fuera concedida la posibilidad de recordar todo aquello que hemos olvidado, ¿es tan seguro que aceptar fuera la opción más conveniente? Los buenos momentos olvidados que podríamos revivir, ¿compensarían aquellos olvidos que por nada del mundo quisiéramos recordar? ¿Estaríamos tan seguros de la integridad del ovillo como para tirar despreocupadamente del hilo?”
Tal vez se podría caer en la tesitura de inventar un pasado y no reconstruir el auténtico.
Sin pasado, sin nombre, sin memoria, Guy Roland, ya jubilado, que padece de amnesia, inicia un camino en busca de su identidad. “No soy nada –exclama- Solo una silueta clara” (p. 6).  Y en esta búsqueda reflexiona sobre aquella gente que surge de la nada y regresa a ella, sin apenas consistencia, como “un vapor que nunca habrá de condensarse” (p. 39); reflexiona sobre esas figuras que siempre aparecen en las fotos de playas, que nadie sabe de quienes se trata, después desaparecen y nadie los echa en falta.
El poder de la memoria y la búsqueda de la identidad son los pilares de esta novela en la que surgen referencias a la Segunda Guerra Mundial. Sus personajes están dotados de gran fuerza porque son verosímiles. Guy Roland va recuperando fragmentos del pasado, caras y situaciones incompletas, “retazos, briznas de cosas que volvían de repente”, que no acaban de completar el puzle. Nunca hay piezas suficientes para reconstruir. Cuando parece que el protagonista va bien encaminado, quiere regresar al comienzo, a la calle de las Tiendas Oscuras, 2 (Roma).
El lector debe implicarse en la historia para encajar las piezas, separando realidad de alucinación, porque el protagonista siente constantemente la impresión de estar soñando, de ser un fantasma en busca de una sombra, siente un desamparo que le inclina a buscar calor en su pasado. 
Describe con precisión y realismo los edificios y calles de París, “al fondo de todo, una edificación alargada, de ladrillo y piedra, de estilo Luis XIII”, y proyecta el efecto que le producen, “me embargó una sensación de desconsuelo” (p.49). El mismo detallismo objetivo se da en los datos objetivos recogidos en fichas y la información recibida en postales y cartas, acerca de las personas que investiga. Son capítulos muy breves que el lector debe asimilar, con cierto esfuerzo, y encajar en la historia, para llegar a la conclusión de la búsqueda, a la par que el protagonista, porque “En la vida lo que cuenta no es el porvenir sino el pasado” (p. 109)

sábado, 23 de agosto de 2014

Ávidas pretensiones. Fernando Aramburu.Premio Biblioteca Breve 2014.

¿Novela de humor en tiempos de crisis?
Novela en clave satírica que desarrolla la trama con el clásico esquema en tres partes: planteamiento (23 capítulos), nudo (21 capítulos) y desenlace (5 capítulos)
En Morilla del Pinar (lugar real), en el Convento de las Hermanas Siervas de las Sagradas Espinas de Jesús (espacio imaginado), se celebran todo los años unas Jornadas Poéticas popularmente denominadas “Jornadas Poéticas en Casacristo”. A ellas acude la “poetada”, veintinueve asistentes de los que enseguida se retira uno. Muchos personajes parecen estos pero solo destacan ocho o diez con nombre irreal aunque el autor haya observado modelos concretos para representarlos, que nunca ha querido revelar porque ciertamente son prototipos repetidos en el mundillo literario. Junto a ellos hay alusiones a poetas reales, no invitados, como Gimferrer, Colinas, Caballero Bonald, Félix de Azúa, etc., e interesante resulta la presencia de intertextualidad con poetas como Lorca (“llévatelo al río pensando que es mozuelo”, “el poeta y la poeta con delantaritos blancos. Miradlos que viejos son.”), Machado (quien me incordie a las madre espinosas –dice Lope “verá la senda que nunca va a volver a pisar”), Bécquer (“Volverán los oscuros cipresales…”), el romancero (“Habló Lope, bien oiréis lo que decía”), San Juan, Fray Luis de León, etc.
Este registro literario contrasta con el popular. “Ya sabéis ustedes, todo pallá- es la indicación que les da una vieja en el pueblo, cuando se paran a preguntar la localización del convento.
Al llegar el coche funerario –parece una premonición-  al convento, esquiva un ciprés. Los poetas que viajan en él remedan el poema de Gerardo Diego “Al ciprés de Silos” en clave de un humor que degrada, esperpentiza y desacraliza los versos clásicos.
Dice Juanjo Changa: “Enhiesto surtidor de sombra y sueño, que acojonas el cielo con tu lanza…”. Sigue la Nívea: “Enhiesta verga de mi tío Hilario, que se empina de aquí hasta aquella peña”. Y completan: “Chorro que a la monjita casi preña, ensartada hasta el fondo del ovario”, “Enhiesto surtidor de gasolina…
Aramburu presenta a la poetada, sus miserias y los poetas como personajes fatuos, envidiosos, susceptibles, frustrados y con un obsesivo anhelo de reconocimiento. Conscientes de su mediocridad, buscan artimañas para ser invitados a las Jornadas, para ser reseñados sus poemas y recogidos en antologías. Son un puro disparate, un descalabro de seres caricaturizados con sus dos pilares: alcohol y ansia de sexo insatisfecha en su mayoría.
El organizador, Lope, abreviación de Lopetegui, es quien organiza el evento, gestiona las subvenciones y, como bien reseña Ricardo Senabre en El Cultural (21-03-14), es capaz de articular todos sus larguísimos discursos en octosílabos:
Aunque seamos poetas venimos a trabajar. Se han apuntado veintiocho de diez mil que hay en España. Alguno está por llegar. Tiempo habrá en los días próximos de conocer a los nuevos y estrechar quizá amistad. ¿Hay preguntas? ¿No? Prosigo. Veis que vamos en aumento. Seríamos muchedumbre si dejáramos venir a todo el que lo pretende, pues ha corrido la voz que estamos de vacaciones bebiendo y comiendo gratis, lo cual no es del todo cierto, si bien en parte es verdad…” (p.23)
El tema de la ponencia inicial del encuentro es  la Belleza Poética. “Un concepto, una alusión, una patraña de artistas?” –se cuestiona. “La belleza, la belleza, ¡por favor! El clásico tema apolillado que hará las delicias de los metafas (…). La belleza es de derechas (…) Distracciones de burgueses (…). El tema enfrenta a los dos grupos poéticos enfrentados: los metafas (hace referencia a los metafísicos perdidos en cuestiones que ellos consideran trascendentales, refinan el registro lingüístico, cierto uso musical de la lengua sin pasarse, citas cultas, vocabulario amplio…) y los realitas (se refiere a los realistas, a los poetas comprometidos cuya poesía es cercana a la oralidad, y su estilo literario al habla popular, destruyen la gramática, usan excesivas palabrotas…). Unos y otros se enfrentan con sus comentarios divergentes: “puta asamblea de jilgueros”, “Cuánto sermoneador, aquí cada cual con su prédica, su ideal de paraíso en la tierra, su certidumbre de haber nacido para algo…”.
El realita Juanjo Changa pagaría por presenciar el suicidio de un metafa, si no “¿para qué vienen al monte todos estos borregos de la poesía actual española?” –se cuestiona. Y el interlocutor de La Nívea (Evangelina González) reproduce sus palabras: “Dice lo gilipollas que somos. Y lo hipócritas. No paramos de mentirnos. Escribimos para que nos perdone la imagen en el espejo, ante lo que no podemos fingir”” (p.233)
Y por encima de todos ellos Lope (abreviación de José Manuel Agüero Lopetegui) en la presidencia, feliz “contemplando a su rebaño lírico balar en armoniosa discordancia de pareceres”. Sin embargo todos caen bajo el lenguaje incisivo del autor cuya caracterización sistemáticamente es negativa a lo largo de la novela: luchan por sobresalir, unos humillan a otros, cultivan los placeres asociados a la bohemia como el alcohol, sustancias varias y el sexo, aunque ellos no tengan nada que ver con la auténtica bohemia.
La sátira de Aramburu afecta no solo al contenido sino también a la forma de expresarlo. Asó encontramos divertidas creaciones léxicas en la línea quevedesca: “vigilancia ventanil”, “chavalillos cortapantalonados”, “sonrió amplio, pueril, postizodental”, “simios afutbolados y teleimbéciles”, “cuerpos descinturados”, etc. Con frecuencia corta la oración tras la conjunción “que”, dejando abierto un sentido que se puede extraer del contexto: “había  confiado en que, pero”, o tras el pronombre “la historia del micólogo difunto como que no le, así que cortó.” Juega con los sinónimos con sentido añadido: “entra en la habitación valiéndose de la tarjeta/ganzúa”, “había captado en el ruego/orden”, “por poco se le caen al suelo los ojos/bolitas”. Matiza sus propias afirmaciones “se durmió de golpe (o casi)”.
También es original en las descripciones: sintéticas “Subían al puerto (curvas y pinos)”, precisas “Junto a una columna llamaron (llamó Amalia)”. E incluye juegos fónicos “ecos gregorianos que rebotaban, aban, en los gruesos muros pétreos
Todo ello resulta del extraordinario manejo del idioma, pero apenas es relevante, escondido tras el lenguaje chocarrero que inunda cada página. Sus dos obsesiones en las que fundamenta el humor son los excrementos y el sexo.
El poeta metafa Eugenio Alpuente se pasa casi toda la novela tirado en medio del campo, con retortijones y  los pantalones empapados en mierda que se extiende por todo su cuerpo.
El sexo en el que se detiene con detalle es el que practican las dos lesbianas (Conchita Arroyo y Susana Valcárcel) que se excitan insultándose, propinándose pellizcos y codazos, y dan nombre a sus genitales (Benito y Recaredo, para dirigirse a ellos) o el de los homosexuales que se manosean las respectivas braguetas, o la realita Martina Munro “la hembra corpulenta, jamona y disnéica, que necesita unos cuantos hombres penetrantes al día para su ruidosa satisfacción”. Pero sobre quien hincha las tintas es sobre la repugnante relación que mantiene don Mateo Gil Salgado, 63 años, ciego, exigente y gruñón con la jovencita Vanessita Rincón, a quien por cierto pretenden todos los miembros de la poetada allí reunida, incluidas las lesbianas, pareja de la que se describe con detalle deprimentes relaciones sexuales. Lo escatológico, lo grosero, la mordacidad y la chabacanería son el fundamento de la sátira en esta novela.
Las descripciones bufas se alejan de los estereotipos: “la piara” es el nombre de un grupo poético, Juanjo Changa es “servil y ardillesco” y niega su alcoholismo porque bebe –dice- “por timidez”, Lope es el “boca de pez lelo”, Martina es el “monumento carnal”, Tadeo Balboa “gafas de culo de vaso, metro noventa de pachorra”, Lope “versificador prolijo, solo consiguió un soneto pasable”. Y todos pasan por el tamiz de la burla satírica del escritor: “Mucha poesía etérea, mucho vuelo alto y hondura, alma y bellas imágenes, pero los líricos representantes de la poesía actual española zampan como lobos”. Incluso la naturaleza recibe su varapalo: cita los sonidos de “la murga de los pajarillos garrulos”, las voces “por fortuna” ininteligibles, etc.

En esta “feria de poetillas” hay de todo menos poesía. Algunas de las anécdotas son absolutamente inenarrables por su ingenio que provoca la carcajada, otras caen en lo chusco y soez, pero en ninguna Aramburu escatima exageración, desvarío mordaz y lenguaje incisivo, lúdico, hilarante. 

jueves, 21 de agosto de 2014

La excepción (2012). Audur Ava Ólafsdóttir

“La vida es sufrimiento y desengaño, confórmate con eso”
Esta novela, considerada por la crítica y los lectores islandeses como su mejor novela, viene avalada por anteriores novelas de la escritora islandesa, cargadas de premios y reconocimiento (La mujer es una isla, Rosa cándida)
Comienza con la celebración de fin de año, momento en que, con la copa de champán en la mano, el marido, tan detallista siempre, comunica a la voz narradora, su esposa, “tú serás la última mujer de mi vida” (p.5) y le anuncia que se va a vivir con su amante con quien mantiene relaciones desde hace un año.
 El comportamiento humano es caprichoso. De la noche a la mañana toda la vida de una persona puede cambiar de rumbo. Así le ocurre a la protagonista quien no entiende nada del descubrimiento de las tendencias sexuales de su marido después de haber compartido su vida durante once años, y se pierde en absurdos pensamientos acerca de si fue despiadado elegir la última noche del año para abandonarla:
¿sería mejor bajo la lluvia o tiene que esperar a que esté despejado?, ¿podría mi marido salir del armario el día más cálido de agosto que se recuerde, o cuando tenga otitis uno de los mellizos, o en el aniversario de bodas de mis suegros?, ¿puede decirlo en cuanto ponga el primer salmón del verano, recién pescado, en la parrilla?, ¿puede una persona estar completamente desnuda, al salir de la ducha, o tiene que estar completamente vestida a la hora de oír la verdad?, ¿es mejor nada más abrir los ojos, todavía en la cama?, ¿habría sido mejor el martes que la noche del jueves? (p. 29)
¿Cuándo es el momento adecuado para decir la verdad?
En este intermedio tan confuso se hace presente Perla, su vecina, enana, consejera matrimonial, escritora de novela negra para un conocido escritor cuyo nombre nunca ha revelado, que se convierte en una presencia constante, con cualquier pretexto, escribiendo cuanto observa.
La voz de la narradora cuenta lo que le ocurre, en primera persona, durante toda la novela, dando entrada a la caracterización de los demás personajes mediante los diálogos y trayendo al presente recuerdos del pasado. La brevedad de los capítulos (setenta y cinco en total) consigue dotar a la narración de gran fluidez, representando el segmentado proceso mental de la voz narradora.
Su primera decisión es llevar a su hijo, mellizo de una niña de dos años y medio, a la peluquería para cortar sus rizos rubios y entrenar su masculinidad, deja de llamarle Bambi para utilizar su nombre real, Björn, y le retira el chupete.
Recuerda obsesivamente las palabras de su marido, “siempre serás la mujer de mi vida” (p.54), “eres la excepción de mi vida” (p.8)  y espera su regreso, su visita o su llamada, en cualquier momento. Pasa las noches en vela, con un sentimiento frecuente en el abandono de una pareja, sentimiento que ella hace explícito: “la cama doble de matrimonio es un mar gris y proceloso por el que nado errante toda la noche entre un día y el siguiente mientras mi deseo persevera” (p.66). Su problema, de difícil resolución, radica en el hecho de que resulta difícil aceptar que el futuro vaya a ser tan diferente a como ella esperaba, su mundo se tambaleaba hasta derrumbarse.
Sus pensamientos avanzan sin riendas. Imagina a sus hijos en sendos ataúdes blancos cuando en medio de una ventisca de nieve y una gélida neblina los lleva de excursión cerca de un río glaciar. Siente ganas de arrancar de cuajo el corazón a su marido, aunque sabe que él diría “Se te pasará”. Alimenta a los niños de langosta y paté de hígado que es lo único que en esas fechas festivas tenía preparado en su frigorífico. Cuelga una hamaca en el jardín, entre dos serbales, en pleno invierno y se tumba en ella con los niños para contemplar las estrellas.
En medio de todo este caos, su madre le anuncia que viene Albert, su padre biológico que quiere conocerla. Durante un curso de idiomas en el extranjero, con 19 años, se quedó embarazada de ella. En el encuentro con Albert a quien no conoce,  descubre que es su única descendiente. La aparición del padre extranjero en su vida, le aporta una nueva complicación: muere inexplicablemente en la habitación de un hotel y la deja heredera única de sus posesiones y el encargo de ocuparse de sus cenizas.
Cuando ella llega a la casa de Albert comprende muchas referencias que guardaba en su memoria. El desenlace de esta historia, chocante e inesperada, lo conocerá el lector de la novela, No seré yo quien lo descubra. Perla, que construye su novela a medida que avanza la trama en la vida de su vecina, va a sufrir un importante giro en su vida y va a ser la afortunada en disponer de los numerosos diarios de Albert.
De cualquier manera, en la novela se pone en evidencia las trampas de la memoria porque “lo que pasó no es lo mismo que la historia de lo que sucedió. Los diarios no son la verdad sino sus pensamientos y sus deseos, incluso sus obsesiones.”(p. 232)
Esta oleada de eventos impredecibles en una vida, en la que se incluye incluso la adopción de una niña, esperada mucho antes del giro en la vida del matrimonio, sorprende incluso a su vecina Perla, la escritora, “Si escribo todo esto –dice-, mi editor borra la mitad. La vida es más fuerte que la ficción. Perla en ningún momento deja que su vecina caiga en la autocompasión e intenta canalizar sus conocimientos para ayudarla a iniciar el proceso de desenamoramiento, para hacer bajar a su marido del pedestal en el que lo tiene.
Parece un  resumen de la teoría del caos que estudiaba su marido con su “amigo” matemáticos ambos quienes consideraban que “hay que suponer el caos, lo aleatorio y el vacío en cualquier ámbito de la existencia” (p. 42)
Concluiré citando la curiosa afirmación que la escritora islandesa pone en boca de Perla:
Nadie describe la belleza del cuerpo masculino tan bien como Lorca” dice Perla, la vecina que va construyendo su novela a medida que avanza la trama. (p.183)

La rubia de ojos negros de Benjamin Black. Premio Príncipe de Asturias 2014

La rubia de ojos negros. Premio príncipe de Asturias 2014.
Vuelve el detective Philip Marlowe de la mano de  Benjamin Black (John Banville) a quien los herederos de su creador, Raymond Chandler (1888-1959), encargaron la novela. El propio título parece ser que el propio Chandler tenía previsto para recuperar una aventura más de su detective Marlowe. Y lo ha conseguido con creces, manteniendo la atención con sus descubrimientos, los giros en la investigación y el desenlace sorprendente en el que, por fin, se ordenan todas las piezas del puzzle.
Benjamin Black siente gran admiración por este investigador privado californiano, honrado, aficionado al ajedrez, procedente de la década de los cincuenta, tan distinto de los detectives de la novela negra actual. En ningún momento hay en su comportamiento ni violencia ni crueldad.
Es fumador, destacando a lo largo de la novela el placer que siente al observar el lento movimiento de las volutas grises del humo del tabaco hasta el techo, marca lo agradable que es fumar junto al mar porque “el aire salado da un sabor distinto al tabaco” (p. 43), juguetea con el cigarrillo apagado girándolo entre sus dedos, espera sentado dentro del coche en compañía del humo rancio de su tabaco, se entretiene haciendo anillos de humo perfectos.
Desde las primeras líneas de la novela reconocemos la presencia y el esperable comportamiento del clásico detective Marlowe y el entorno en el que se mueve durante la resolución de sus casos, así como el ritmo dinámico de la narración y la agilidad de sus diálogos, claves de la novela negra. Resulta significativa su ironía, su notable sentido del humor, un sarcasmo ácido que lo hace merecedor de una sonrisa de complicidad cuando resuelve las situaciones más apuradas con su peculiar humor. Así cuando su amigo jefe de la policía le interroga acerca de la causa de su tardanza en llegar al reconocimiento de un cadáver, Marlowe le contesta simplemente:
-  Me he detenido varias veces para admirar el paisaje y deleitarme con pensamientos poéticos. (p. 162)
En otra ocasión, le preguntan acerca de una herida que muestra su mejilla, y así se desarrolla el diálogo:
-  Me mordió un mosquito.
-  Los mosquitos no muerden, pican.
-  Este tenía dientes. (p.210)
B. Black recrea no solo el universo del protagonista sino incluso personajes de otras de sus novelas como Linda Loring, la amada del detective, o Terry Lennox, uno de los protagonistas de “El largo adiós”. Según avanza la acción, aparecen nuevos personajes y la trama se va complicando.
La llegada a su despacho de una rica y elegante mujer rubia de ojos negros, que el escritor, en boca de su detective, describe larga y detalladamente, con el encargo de encontrar a un antiguo amante “un estafador de poca monta con trajes a medida” (p. 14) al que ha visto inexplicablemente vivo cuando lo suponía muerto, da lugar a una investigación sobre el caso que aclare el enigma. Con ella el detective se enreda con una de las familias más ricas de Bay City.
Los ojos de la mujer se nombran reiteradamente, por su “brillo inteligente y burlón”, pero sobre todo por su color: “el ébano tenía la misma negrura resplandeciente de sus ojos” (p. 14), “iris negro y brillante” (p.74)
La acción avanza deteniéndose constantemente en la descripción de todo lo que visualmente capta. Además del aspecto, indumentaria, movimientos, la mirada, el olor, etc. de los personajes, vemos lo mismo que ve el detective: el horizonte, la calle, jardines, la playa, edificaciones diversas, el interior de un coche…Nada escapa a su aguda percepción sensorial.
Y no solo se utiliza el sentido de la vista para ello. Así, las paredes de una casa vacía “iluminada por el sol”, “exudan un aceitoso olor a creosota”, y “posee un modo especial de absorber los sonidos, igual que el cauce seco de un riachuelo se traga el agua”(p.14). El tejido de un vestido “crepitaba” cada vez que su portadora se movía y sus pliegues despedían una “ráfaga de perfume
Olemos el aire denso y pesado que percibe Marlowe “como un hombre obeso recién salido de un largo baño caliente” (p. 29) y escuchamos los mismos sonidos que él: “una melodía dulzona de violines” “la voz grave y modulada”.
Y descubrimos la vitalidad de objetos inanimados: “los guijarros siseaban cuando las olas rompían como si estuvieran hirviendo” (p.40), “los muebles me observaban como perros guardianes demasiado abatidos como para levantarse o incluso ladrar” (p.94)
En primera persona, el sabueso Marlowe relata todos sus movimientos y recoge sus dudas, pensamientos y contradicciones íntimas: “No conseguía quitarme el asunto Peterson de la cabeza… Estaba persuadido de que había algo sospechoso…No podía decir… pero tenía la clara convicción de…” (p.24). Detalla cada sensación incluso mientras cae inconsciente como un “toro apuntillado”, en ese breve proceso que le parece un ensayo de la muerte.
En pocas ocasiones comemos con él y, cuando eso ocurre apenas tiene interés: perrito caliente y gaseosa. Sin embargo compartimos con él, con frecuencia, sus bebidas: los efectos del whisky bien cargado que hacen que su cabeza parezca repleta de masilla, su brandy “poco ortodoxo” con azúcar, su gimlet (ginebra y zumo de lima Rose’s en idéntica cantidad sobre hielo picado), uno de los cóteles más sofisticados, el bourbon y el martini vodka.
Y para los amantes del té, la dueña de la fábrica de perfumes, rica inglesa, detalla los pasos necesarios. Concluimos con tan interesante receta:
Primero tiene que hervir el agua (…) A continuación, vierta el agua en la tetera para calentarla. Escalde bien la tetera.(…) Luego tire esa agua, añada más a la tetera y eche una cucharada de té por persona y otra más para la tetera. Déjelo reposar durante tras minutos (…) ni uno mas ni uno menos. Y en ese momento puede servir el té” (p. 74)

NOTA: Benjamín Blake, seudónimo de John Banville (1954) fue nombrado duque del Reino de Redonda en 2012 por Javier Marías, como reconocimiento personal de su admiración hacia el escritor irlandés, que ha cosechado numerosos premios a lo largo de su carrera literaria.

viernes, 4 de julio de 2014

14 de Jean Echenoz. Reseña

Comienza la novela con la celebración de los jóvenes movilizados para la guerra, movilización con la que se encuentra el protagonista que ha salido a dar una vuelta en bici después de comer: “discusiones enfebrecidas, risas desmesuradas, himnos y fanfarrias, exclamaciones patrióticas entreveradas de relinchos”. Anthime ante el clamor de las campanas regresa a su pueblo y en uno de los baches cae al suelo su libro que se abre premonitoriamente por una página en la que se lee: “Aures habet, et non audiet” (Tienen oídos y no oyen), que queda boca abajo en el suelo. Acaba de estallar la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial.
Desde esa tarde de verano hasta la noche que Anthime, de vuelta del frente se reúne con Blanche (prometida de su hermano Charles que ha muerto en la batalla sin tener conocimiento del nacimiento de su hija Juliette y hacia la que Anthime siempre ha sentido una especial atracción amorosa), Echenoz nos acompaña a través de las trincheras, donde los días se alargan y escasea la ropa y la comida, donde empuñan bayonetas y resisten el ataque de los piojos.
En medio de todo ello ningún personaje reflexiona sobre la tragedia ni sobre el maldito destino que los ha llevado a esa situación. Aceptan la fatalidad con resignación. Solo observan la trayectoria de las balas, las consecuencias de la metralla, el desplazamiento de los aviones interrumpidos por la explosión,… en suma el caminar de la muerte entre ellos, pero con distanciamiento y sin afectación, sin lágrimas y sin desesperación, sin sentimentalismos. Los sentimientos los pone el lector, impresionado en cada uno de los 15 capítulos de la novela, impactado cuando Anthime, mutilado, pasea del brazo de Blanche, de cuyo amor tampoco el autor da ninguna certeza, contando perros y vagabundos, cuatro años después de comenzada la guerra.
Cinco amigos parten hacia el frente, Padioleau, Bossis, Arcenel,Charles y Anthime. Una semana después subían al tren en Nantes y tres días más tarde llegaban a Las Ardenas y recibían sus primeras órdenes: “Si mueren hombres en las guerras será por falta de higiene. Lo que mata no son las balas, sino la falta de aseo, que es nefasta y que es lo primero que deben ustedes combatir. De modo que lávense, aféitense, péinense y nada tienen que temer”.
Tan sorprendente es esta orden como el reparto generoso de vino por el servicio de intendencia, aunque no haya suficiente comida. La idea es que “embriagar al soldado contribuye a incrementar su valor y, sobre todo, disminuye la conciencia de su condición”. Es muy interesante la clasificación de animales (cap. 12) según su utilidad: los familiares y domésticos que no saben salir solos adelante por su “jodido  narcisismo”, los independientes comestibles, los incomestibles por ser marginados, los incomestibles por su potencial guerrero, y los parásitos que devoran al hombre.
La novela es breve pero explícita. No necesita más páginas para estremecer al lector, observador impotente de una generación perdida por la arbitrariedad de una absurda guerra. Y no es porque los personajes tengan un atractivo especial, que lo tienen, sino porque no hay un solo mensaje de esperanza y se resignan sin más.
Echenoz se entretiene describiendo objetivamente todo aquello con lo que consigo un relato verista (tanto en la ciudad abandonada por los jóvenes soldados como en las trincheras y el campo de batalla. De esta manera conocemos exactamente las clases de zapatos que se fabrican en su ciudad natal, los objetos y útiles que dan lugar a los 35 kilogramos que pesan las mochilas de los soldados, las variadas acrobacias de los aviones “mosquito”, sus multiplicadas actividades en los días de “descanso”, etc. No hay sordidez en la descripción de la contienda, ni regodeo en escenas trágicas; por el contrario se impone la naturalidad descriptiva y realista de lo que se ve, sin adjetivaciones valorativas. Es el lector el que añade la valoración de la escena descrita.
Sin embargo estas descripciones son impresionantes. Así leemos y casi podemos oler el ambiente corrompido por los caballos descompuestos, la putrefacción de los hombres caídos, el olor a orines, mierda, sudor y vómitos. Parece una descripción natural pero tropezamos con fragmentos tan expresionistas como los que siguen: 
“Anthime vislumbró durante un instante desde la masa encefálica hasta la pelvis, todos los órganos (…) abiertos en dos como en una plancha anatómica”
- "Los ilesos se incorporaron más o menos salpicados de fragmentos de carne militar, colgajos terrosos que ya les arrancaban disputándoselas las ratas”.
Después de quinientos días, Anthime regresa sin brazo derecho. Ha de acostumbrarse a ser zurdo, precisamente él, a quien se describe premonitoriamente en el primer capítulo portando una sortija en la mano derecha, por “cuestión de magnetismo”, contestaba siempre molesto cuando se le avisaba de que la sortija se lleva en la mano derecha.
Destacaré para terminar la maestría en el uso de paréntesis, enumeraciones y oraciones complejas magníficamente construidas. En esta novela se cumple a rajatabla la expresión, olvidada en los best-seller actuales: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

jueves, 26 de junio de 2014

Recordando a Ana Mª Matute

Ana Mª Matute, con treinta años, ya demuestra su talento literario y su original percepción de la realidad.
(1ª edición, 1978)
Su maestría narrativa quedó puesta de relieve en la 1ª edición de Los niños tontos (ediciones Arión, 1956), reeditada por Destino en 1978. Se trata de veintiún relatos breves, en cuyo título es necesario delimitar el significado, porque la escritora utiliza el adjetivo "tontos" en el sentido de niños distintos, soñadores, solitarios, singulares. Con esta aclaración, la colección de relatos cobra una nueva dimensión. Hay en ellos, además, una idea recurrente: los niños tienen su universo.  
Ana Mª Matute entra a formar parte de ese peculiar universo. Así  en "La niña fea" relata la muerte de una niña rechazada por fea a quien acoge la naturaleza, la tierra. Cuando muere el niño de ojos color azul oscuro en  el cruel relato "El negrito de los ojos azules", todos lo olvidan, solo lo lloran dos animales, el oso y el perro. La narradora se detiene en las distintas partes del cuerpo del niño de "El escaparate de la pastelería", para transmitirnos sus sentimientos y defiende su derecho a la fantasía. Es inquietante el relato "La niña que no estaba en ninguna parte". El protagonista de "El niño del cazador" muere, cumplir sus sueños le cuesta la vida. Y el de "La sed y el niño" sufre una metamorfosis. Y "El niño al que se le murió el amigo"es un relato de viaje iniciático; muere el amigo, él crece.
Se puede leer este relato en este enlace:

Ana Mª Matute anticipa la estética postista veinte años. Sus relatos están en la misma onda que los de Antonio Beneyto. 
Ver estudio sobre los relatos de Beneyto en:



miércoles, 18 de junio de 2014

ESPERPENTOS DIARIOS. 15. La Generación Tipex.

A "los Tipex" de 4º A
Nacen en los últimos años del siglo XX. No son la Generación "Sugus" ni la Generación de los "Incomprendidos" ni cualquier otra denominación que pudiera ser inventada por los amantes de la clasificación generacional. 
El único factor que esta generación, sin apenas excepciones, tienen en común es el uso del Tipex. Si se presentan a un examen o a cualquier prueba escrita, no se preocupan si van sin bolígrafo o si este está a punto de terminarse y los va a dejar colgados. No se apuran si no llevan pañuelos de papel, están acatarrados y su nariz gotea como una quevediana "alquitara medio viva". No tienen ningún escrúpulo en presentarse a cualquier prueba con la cabeza virgen, sin rastro alguno de haber abierto el libro.
Pero sin Típex, no. No pueden escribir ni una sola palabra si el Tipex no está a su lado. A veces le dan una utilidad añadida como soporte de microscópicas chuletas que, aunque tengas la certeza de que están ahí, es absolutamente imposible leerlas sin lupa, ellos sí, claro.
Agitan con decisión el anatómico instrumento y lo aprietan contra el folio, no debe fallar. Cubren constantemente con su Tipex o con el de su compañero -fatal error "lo he olvidado"- , palabras sobre las que no queda más resto que una manchita o manchaza blanca sobre la que, a veces, mientras se seca, olvidan escribir y queda un incompleto puzzle blanco sobre blanco.
"¿Puedo sacar el Tipex? ¿Puedo pedir el Tipex?"- son los interrogantes constantes si has pedido que lo guarden. Un fuerte lazo matrimonial, un compromiso ineludible mantienen con el dichoso artilugio devorador de palabras. Necesitan borrar, pero no pueden con Tipex, ese espacio del cerebro que incapacita para reaccionar contra la frustración que les produce el ruido que les molesta, la música de la calle que les distrae, una nota inesperada que les descoloca o una prohibición que les aturde.
Y me pregunto: ¿en sus sueños también usarán Tipex? ¿Cuando se encuentren ante puertas cerradas cubrirán con Tipex sus ilusiones? ¿Habrán pasado el Tipex sobre el siglo XX que despidieron al nacer? Con el tiempo lo sabremos.

lunes, 9 de junio de 2014

Un momento de descanso de Antonio Orejudo. Reseña

Un momento de descanso (2011) es la cuarta novela de un escritor transgresor, Antonio Orejudo, ante cuya lectura nadie puede quedar indiferente. Yo soy de las que leo sus novelas de un tirón porque me enganchan y me divierten.
La novela parte del inesperado encuentro del narrador con un viejo amigo, Antonio Cifuentes, que diecisiete años después, trae al presente la memoria del pasado, pone al día a su amigo de las peripecias vitales que le han acontecido durante esta larga desaparición y cuyas conversaciones alimentan una crítica novela sobre la universidad española, que el narrador publica permitiéndose ese “momento de descanso” que le proporciona esa pequeña traición a sus principios, esa renuncia a ser siempre íntegro.
En tres partes tituladas “Aparece un fantasma”, “Cómo me hice escritor” y  “La felicidad del hombre descansado”, construye el entorno del protagonista, un profesor universitario que, en una especie de autoficción fingida, va desgranando anécdotas que dejan muy malparadas a la universidad española y a la americana.
En una agudísima clave de humor Antonio Orejudo ficcionaliza su propia experiencia, añade fotografías y documentos que ratifican su original autoficción, cita sus novelas anteriores, creando un marco real. Sin embargo confunde al lector que no identifica al resto de los personajes, no solo porque no ha estado en las mismas universidades que en las que ha peregrinado el autor, sino también porque por sus nombres no se puede afirmar que estén puestos sin trampa y cartón: Antonio Javier Ilusión, Paco Almendra, la profesora Cerbatanas que iba a clase una vez al mes, Paco Botas que impartió clases de literatura Medieval sin que nadie advirtiera que solo era un enfermo mental, Florencio Castillejo hijo de Claudio Castillejo, el profesor J. Lelous, el nuevo amante de su exmujer.
El supuesto traidor Desmoines (en francés significa “de los monjes”), que pretendió acabar con Castillejo y hacerle desaparecer incluso de los papeles (o fue al contrario, Castillejo quiso hacer lo propio con Augusto Desmoines) tiene un significativo gran nombre, el de un importante centro norteamericano de servicios financieros y negocios editoriales que en la revista “Forbes Magazine” apareció en primer lugar de la lista de “Mejores Lugares para los Negocios”
También los lugares pasan por el tamiz del humor. Rechaza el personaje comer en el refinado restaurante “Bartleby” por su vulgar alta cocina y prefiere la taberna “Calagüela” en la calle Desengaño de Madrid donde puede disfrutar de patatas bravas y champiñones.
Todo ello produce cierto desconcierto en el lector que sabe solo lo que el autor quiere contar, sin mojarse abiertamente, si es que esos personajes reales pertenecen al entorno de Antonio Orejudo porque tal vez solo ha querido construir meros arquetipos de la universidad española. Esta actitud me extrañaría, desde luego. Admito que mi sentido del sarcasmo se vería satisfecho si pusiera cara real a esos nombres. En este sentido Orejudo traspasa las fronteras de la realidad y de la ficción atravesándolas a su antojo.
El humor de su sarcasmo se centra en elementos como el departamento de Spanish de Missouri donde Cifuentes y su esposa trabajan, con su equipamiento obsoleto y descuidado, tanto como sus colegas, la interpretación racista y xenófoba de comentarios inocuos que dan lugar a un enorme conflicto racial, los humanistas que nada tienen que aportar al mundo, empeñados en escribir textos que versan sobre otros textos, la endogamia en la universidad, los laboratorios que experimentan con gente necesitada de sobresueldo, etc.
La crítica sale de los muros universitarios para desenmascarar otros aspectos de la sociedad como la retórica de los supermercados y sus sugerencias subliminales de compras compulsivas, los programas televisivos manipulados, la incapacidad de llevar a buen término el bricolaje casero, la inversión actual de valores, la defensa de un buen uso de la lengua, etc. y tampoco se detiene el humor en las puertas de su vida personal porque su matrimonio y su especial hijo también son tratados con el prisma distorsionado del humor. 
La tercera parte de la novela se centra en la búsqueda concreta y resolución de un hecho misterioso acaecido entre dos profesores, en una lucha de poder. Los hilos se van desenredando en esta investigación de una verdad que da un giro con la información aportada por un viejo fraile de más de cien años, “ciego de canutos”, de marihuana que denominaba terapéutica que proporciona un nuevo punto de vista sobre los hechos investigados.
En resumen, no es la mejor novela de Orejudo pero maneja con tanta agudeza su humor como en las otras, con una visión muy certera de su entorno y una mirada poliédrica. Sin dejar de lado originales logros en procedimientos narrativos como los diálogos de los que, nada más comenzar la primera página de la lectura tenemos el ejemplo, el perfecto manejo de los registros de la lengua y las propias marcas tipográficas cuando se trata de resaltar algún aspecto -oral o no- de la misma. 

sábado, 7 de junio de 2014

Espiritualidad en tiempo de crisis

5 junio 2014. Interesante acontecimiento. Se reúnen en el Salón de Actos de la Diputación de Albacete cuatro maestros espirituales presentados por Javier Avilés, sacerdote católico, licenciado en teología y Master en Filosofía, quien propone una espiritualidad que hunde sus raíces en la tradición bíblica pero abierta a la comprensión de lo espiritual como crecimiento integral de la persona.
Cada uno presenta su camino espiritual. Son cuatro tradiciones, cuatro búsquedas. Es una comunión de experiencias. Parece urgente hablar de espiritualidad en tiempo de crisis, en tiempos en que la humanidad está herida. Hay caminos diferentes, aunque ciertamente son mucho más próximos de lo que pueda parecer. Cada camino hace hincapié en un hallazgo, por eso hay diversidad de caminos. El peligro de pensar que un solo camino conduce a la felicidad es una interpretación exclusivista y dogmática absurda. El peligro del elitismo es creer que la búsqueda espiritual me hace único y distinto: "¿Cómo es que ya encontraste toda la verdad?"
Por eso se proponen estas cuatro experiencias de los cuatro maestros espirituales.
ELIEN ORTEGA, venezolana, descendiente de chamanes y sanadores espirituales. Habla pausadamente de que "Amar es comprender". Si nos amamos a nosotros mismos amamos a los demás. Cuando no puedes comprender te sientes solo, abatido. Propone una reflexión acerca de una metáfora: no importa el tamaño del árbol, volverá a ser semilla.

TEUCTLI (Inocente Morales Baranda), de la tradición chichimeca, que en lengua nahualt recita mensajes de paz: 
         "Y me dijeron loco,
         respiré con tranquilidad.
         ¡Loco, pero no estúpido!"
Pregunta: "¿Cómo no voy a ser feliz si todo lo que me rodea es hermoso? Yo soy tú, tú eres yo ¿cómo puedo ir en tu contra?"

SUN JUNQING, sucesor directo de la 19ª generación de la Escuela Taoísta Wutang Longmen y de la 25ª generación del Tao Qi Gong fundada por Lao-tze. Convencido de que el Chikung es patrimonio de la humanidad, difunde su enseñanza y su práctica. 
Hace una reflexión sobre las enfermedades físicas, de origen genético, que no se pueden cambiar. Al lado de ellas las que denomina "enfermedades de costumbre: la sangre con grasa que debe tratarse con baños de agua caliente; el frío, la mala alimentación, el sedentarismo en el sofá, etc. producen enfermedades graves. Si no estiramos la columna, la sangre no riega la cabeza. Si no limpiamos el organismo, se llena de residuos. Si perdemos la temperatura del cuerpo, perdemos la energía. 

BRAHMASHI PATRIJI: de la India, creador de un movimiento no religioso. Propone la meditación anapanasatie, la elección del vegetarianismo y el ayuno. 
Todo el sufrimiento de los seres humanos procede del sufrimiento que infligimos al reino animal. Es necesario, mediante la meditación, fortalecer la mente cuya consecuencia inmediata es fortalecer el cuerpo. Dormir es guardar silencio; se recupera la energía, se refresca el cuerpo, pero la mente está activa. meditar es descansar la mente; se refresca la mente y el alma.

Estas son algunas de las ideas expresadas por los cuatro maestros espirituales: sin exclusivismos, sin dogmatismos, sin elitismos.

Gracias al Instituto de Salud y Conciencia de Albacete que en su comentario ha facilitado el enlace de video completo del evento. Se incluye a continuación:

lunes, 2 de junio de 2014

Seda salvaje de Eloy Tizón. Reseña


Cae circunstancialmente en mis manos Seda salvaje, (novela finalista Premio Herralde 1995) de Eloy Tizón, que leo con atención. Es una novela corta que transcurre durante los meses previos a la celebración de la boda entre Fátima y Seoane, el yo narrativo.
Describe la obsesión del narrador, “yo era un niño intrigado que espiaba en la escalera”, dominado por la curiosidad por las vidas ajenas, tanto que trabaja en una aseguradora lo que le permite acercarse impunemente a la intimidad de los demás. “Me fascinaba, al enfrentarme a una reunión laboral con varias personas, tratar de averiguar por alguna menudencia las relaciones escondidas que mantenían” (p. 16)
 Contrata un detective privado para vigilar a su novia Fátima, pero algo ocurre que trastoca sus intenciones de manera que el detective entra en su vida del mismo modo que él entraba en la de los demás. Se convierte en el espía espiado.
Su obsesión se revela constantemente en la novela, no solo por el desarrollo de la acción en busca siempre de respuestas a secretos sino también en pequeños detalles de su comportamiento. Así lo vemos, conmovido, hundiendo la vista en los objetos que hay en un bolso, un cofre de tesoros cuya propietaria va esparciendo fuera mientras es observada, “Yo no me movía, no respiraba, me encontraba desarmado ante ese voluntario strip-tease” hasta que pone el bolso boca abajo y el yo narrativo siente “la cercanía de una explosión orgiástica” (p. 82). La dueña del bolso, Betania, le permite recoger esos “rescoldos de su vida” y volverlos a meter dentro, dando lugar al comienzo de una relación amorosa que va a durar veinte días, con sus encuentros en la habitación de un humilde hotel de techos “color rosa ácida” (p. 86) donde consumen su “hora de lujuria
Mientras él, Seoane, mantiene este efímero vínculo, Fátima lo mantiene con un desconocido joven que va a visitar a escondidas al hospital, del que apenas sabemos nada. Y entre ambos, el investigador que entra y sale de la vida de todos.
En la novela, según transcurre su desarrollo, aun cuando no hay tensión narrativa, crece el interés del lector y crece la sorpresa ante el uso de una prosa creativa brillante en la que las metáforas sorprenden. La imagen de “chica mentolada” de Fátima, la visión de su cabello cortado le parece al narrador “estar admirando la cola de un cometa privado de su rumbo” (p.62), describe al detective Sagunto  como el hombre “que vivía solo, cocinaba solo, dormía solo, como si exudase aislamiento y el tufo de la soledad afectase a la manera de un ácido a los objetos del cuarto” (p. 64). El amor de la pareja adopta tintes negativos; el narrador comenta que fue para su novia Fátima solo “un mal cristal, un vidrio roto, empañado, con aristas sanguinarias” porque cree que Fátima si “se asomó a mí esperando disfrutar un horizonte soleado solo pudo distinguir un camerino en desorden con vistas al matadero”.
Hay una “intensidad lírica” en esa búsqueda del protagonista de respuestas a secretos, a conspiraciones que cree ver en los otros. Somete a la vigilancia de un detective privado a su novia, en busca de respuestas que nunca llegarán porque el desenlace se acelera antes de aclararlas. Queda pues, en el aire, sin resolver, la razón de las escapadas de Fátima y sus visitas al convento, incluso la escena que precipita el final, en la que la novia huye, en medio de su boda, en busca de un estuche enterrado que contiene su rubia cabellera.
Eloy Tizón sabe manejar muy bien el lenguaje. Veamos una de las escenas de tono irónico en la que consigue dar una curiosa sensación de movimiento entre dos personajes torpes y al mismo tiempo tan reales, dos “títeres de guiñol con las camisas planchadas, movidos por los hilos de una asamblea invisible”:
Forcejeamos con el estuche de Fátima y saltaron por los aires el pelo y la pistola. Primero tuve yo el revólver y luego lo tuvo Sagunto. Cayó el revólver. Agarré la pistola. Me quitó la pistola. Recuperé el ramo. La tuvo él, blandiéndola ante mi vista. La acaparé yo, aquella forma de hierro, de gelatina, sin saber qué hacer con ella. Me apuntó con el ramo. Le amenacé con la trenza. El ruido del mar fue en aumento.” (p. 139)
La novela en suma, es tan obsesiva en la repetición de situaciones como obsesiva es la personalidad del yo narrativo. Por eso apenas hay tensión dramática y por eso sorprende el inesperado desenlace.



Chanson Française. Diciembre 2013

Homenaje a Georges Moustaki organizado por la asociación Amigos del Jazz de Albacete. Un largo recorrido por los rincones del alma estremecida por la música de Édith Piaf, Jacques Brel, Charles Aznavour, Gilbert Bécaud, Françoise Hardy, Georges Moustaki, Barbara y tantos otros que nos acompañaron en los años 70 y 80 y educaron nuestra sensibilidad.

Música instrumental  "manouche"(Reinhardt) por Mr. Swing  
L' âme des poètes (Trenet) por ComboArte

Tous les garçons et les filles (F.Hardy) por ComboArte
L'aigle noir (Barbara) por ComboArte
Les yeux noirs (Reinhardt) por Le Petit Swing
La bohème (Aznavour) por CombinaDos
Sous le ciel de Paris (Dréjac) por Le Petit Swing

Le temps de vivre (Moustaki) por ComboArte
Le métèque (Moustaki) por ComboArte
Parlez-moi d'amour (Lenoir) por Elisa Belmonte