martes, 27 de septiembre de 2016

ESPERPENTOS DIARIOS. 18. Había ciudades…

Había ciudades...
Las ciudades pequeñas ya no son lo que eran antes. Esas ciudades de verano en las que se descansaba porque el clima suave lo permitía, con parques que eran pequeños paraísos y un ambiente que invitaba al sosiego del cuerpo y del alma, se han convertido en ruidosas ciudades motorizadas. Los parques están invadidos por vehículos con o sin motor: numerosas sillas de ruedas empujadas por dos o tres personas que acompañan al abuelo al tiempo que taponan el paseo. Abuelos que todavía pueden desplazarse detrás de un andador que avanzan como buenamente pueden. Enseguida llegan pisando fuerte los tacones de la recién-madre de unos treinta años, con enorme y todoterreno carrito “Bugaboo” de bebé, adelantando con ímpetu por la derecha o por la izquierda, le da igual con tal de pasar delante. Y atropellando también llegan los niños, orgullosos sobre su patinete recién comprado, acompañados de sus padres, más orgullosos todavía cuando el niño se aburre y le ofrece, con gran generosidad, a su progenitor la enorme fortuna de cargar su patinete sobre el hombro y abrirse camino entre tanto tráfico. Detrás vienen los adolescentes, veloces siempre, sobre sus bicicletas recién abrillantadas, y con ellos aumenta un poco más el peligro para la integridad física de quienes caminamos sin vehículo.
Mientras tanto estos peatones, prácticamente marginados de esta reunión social por no ser poseedores de ninguno de estos vehículos, intentan avanzar para llegar con suerte sin un atropello en un pie, o en los dos, a la salida del tremendo paseo por el parque, que se ha convertido en una agobiante superación de obstáculos. Ya sabes, si no eres bebé, madre de bebé, niño o viejo,  olvídate del arcaico y sano paseo por el parque y encamina tus pasos al asfalto o a los bares cerveceros. No hay otra.
Si circulas en coche, tampoco es tan fácil. Hay calles en las que hay que  zigzaguear para ir avanzando entre los diversos vehículos que a izquierda y derecha, en doble fila, obstaculizan el desarrollo normal del tráfico. Al final la conclusión es que la generación del medio, la que va de los 35 a los 60 años, es la que cría a los niños, soporta y mantiene a los adolescentes, protege a los ancianos y paga las pensiones. Es muy fuerte que, en estas ciudades, uno no pueda darse un paseo por el parque en paz.
Algo atisbó Luis Martín Santos cuando escribió: “Hay ciudades tan descabaladas… que no tienen catedral.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Sin retorno de Susana Rodríguez Lezaun

En mi lista personal he tenido aparcada la novela titulada Sin retorno de Susana Rodríguez Lezaun, que por variadas razones no pude leer hasta pasado este verano. Publicada en mayo de 2015, fue reimpresa un mes después. Es la primera de una serie de novela negra que, seguro mantiene el interés y la tensión de la primera.
Sin retorno tiene un comienzo impactante. Un asesinato con apariencia de accidente, en el que se relata con detalle quién y cómo se comete. Es el pretexto para que Irene Ochoa y el inspector de policía, David Vázquez, se encuentren sin que el segundo conozca la responsabilidad de ella en el caso, y se conviertan desde el principio, no solo en amantes sino también en los protagonistas que entrecruzan la trama de esa primera muerte y de lo que se deriva de ella, con una serie de asesinatos en el Camino de Santiago cuya investigación corre a cargo del inspector David. Ambas tramas mantienen la tensión hasta el final en que se resuelven de manera inesperada.
Me parece muy atractivo el hecho de que todos los personajes de la novela son protagonistas en un momento de la historia. La autora no se conforma con hacer una descripción más o menos extensa de ellos, según van formando parte del relato, sino que les dedica las páginas necesarias para presentarlos con su pasado que los ha conducido a este presente. Todos llevan a sus espaldas una historia potente que engancha al lector y abre una nueva expectativa y un ansia de conocer más detalles. De cada una de ellas podría construirse una novela. Es importante este aspecto para conocer a quienes van a estar presentes en las demás novelas de esta serie. Son personajes fuertes, muy bien caracterizados, así como las descripciones de los lugares donde transcurre la acción, las escenas propias de una investigación policiaca en comisaría o en el lugar del crimen, las escenas íntimas entre el inspector y la reciente viuda, etc.
Otro aspecto relevante es que nada es lo que parece: no solo los que parecen ser asesinos y no lo son o los que no lo parecen y sí lo son, sino también en los detalles personales de cada uno: el sentimiento de amor  que equivocadamente alberga el polaco de cincuenta años que acompaña a una joven a hacer el Camino, el miedo que sufre Teresa embarazada, la felicidad que aparenta Ismael con su familia, el racismo que manifiesta su compañero hacia la mujer policía de origen peruano, etc. Cuando el lector parece saber todo, descubre que está equivocado, no sabe nada de la verdad de los personajes; es entonces cuando la escritora da la vuelta a la historia con gran habilidad, manteniendo una ambientación realista y una cuidada verosimilitud especialmente en los diálogos.
Los dilemas que se plantean en la novela es otro de los puntos fuertes según mi opinión. Es el lector el que debe decidir si es con un asesinato como se debe resolver la violencia de género; dónde está el límite entre el bien y el mal; si el ser humano es inocente por naturaleza y la sociedad lo corrompe o si realmente es una alimaña peligrosa para el resto de la sociedad; el lector ha de reflexionar ante el originario sentido penitente de los peregrinos que hacen el Camino, frente a quienes lo han convertido en un trayecto turístico, estos no son peregrinos sino “¡La mierda de la Tierra, auténtica basura!”-como los define indignado uno de los hermanos que regentan los albergues. En suma, se plantean preguntas: ¿puede uno tomarse la justicia por su mano? ¿acaso el fin justifica los medios?
Las reflexiones menudean en la historia. En boca del inspector Vázquez hay una exposición de la idea sobre el matrimonio, el psiquiatra que atendía a la fallecida Marta hace su reflexión acerca de la felicidad. Hay además en la novela contenidos de divulgación histórica que contribuyen a la ambientación de lo narrado: detalles de funcionamiento de los albergues de peregrinos, las fiestas de San Fermín, la leyenda del bosque de Ibañeta cercano a Roncesvalles, el arte del Silo de Carlomagno, el sentido de la figura de un "Memento Mori" (recuerda que morirás), el significado simbólico de la concha de los peregrinos, etc.
El desenlace de la historia es tan impactante como el comienzo de la misma. Ataques descritos con minuciosos detalles, trepidante acción que conduce a un desenlace que gira, da vueltas y sorprende por lo inesperado en lo que al descubrimiento del asesino de los peregrinos se refiere, e inesperado respecto al secreto de Irene Ochoa y su relación con el inspector Vázquez. En suma, es una estupenda novela en cuyo desarrollo se disfruta tanto, que no despierta la única excesiva prisa en llegar al final solo para descubrir el asesino que, por otra parte, tiene notable interés. Es una novela que engancha de la primera a la última página, que mantiene vivo el suspense y que ofrece dos interesantes historias que se resuelven de manera sorprendente.

¡¡¡Enhorabuena Susana Rodríguez Lezaun!!!