sábado, 3 de agosto de 2013

Andrés Pérez Domínguez: El silencio de tu nombre

El título es el umbral de una novela
Siempre me ha resultado muy sugerente el título con que un autor bautiza su novela.  Es  la tarjeta de presentación, el portal que invita a entrar según las expectativas de cada lector. El título contiene una orientación clara o simbólica de lo que hay tras el umbral, una información que sirve al lector para ordenar y almacenar la novela en su lista de lecturas previstas.  Es además, por su valor evocador de un mundo ficticio, la clave que sirve de enganche al lector y le incita a la lectura.
Aunque los títulos, como las modas, van cambiando y adaptándose a los tiempos, también influye la personalidad individual y social del escritor. Shakespeare por ejemplo se decantó por los títulos breves, Hamlet, Otelo, Macbeth, del mismo modo que Lope de Vega, con títulos concisos como Fuenteovejuna, El perro del hortelano, en la misma época en que Cervantes titulaba su gran novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, o Quevedo la Historia de la vida del Buscón llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños.
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