sábado, 9 de septiembre de 2017

Los amores oscuros. Recuerdo a Federico García Lorca

 Los amores oscuros: la representación escénica mejora la novela
Adaptación teatral bajo la dirección de Juanma Cifuentes, de la novela, con el mismo título, escrita por Manuel Francisco Reina, publicada en 2012, (IX Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza 2013). La versión dramática se presentó en el Festival de Teatro de Málaga (1 de febrero) y se estrenó en Albacete el 30 de marzo, obteniendo la aceptación de la crítica y el aplauso emocionado del público y la segunda cita con esta historia de amor en días posteriores. Estuvo a continuación en el Teatro Español (Plaza Santa Ana de Madrid) desde el 28 de junio al 2 de julio de 2017.
El estreno coincide con el primer centenario del nacimiento de Juan Ramírez de Lucas, “el rubio de Albacete” que guardó su gran secreto durante 75 años. “Yo fui el último amor de Lorca y, tal vez, la razón de su muerte”.
Ya anciano, Juan Ramírez de Lucas, interpretado por Antonio Campos, va embalando objetos artísticos para una exposición, junto a su ayudante, la actriz Ángeles Cuerda. Descubre carpetas con recortes de prensa y cartas y evoca esos años en Madrid en los que conoció e intimó con Federico García Lorca que tenía entonces 36 años.
La adaptación dramática reproduce el lirismo de la obra de García Lorca, con la presencia de la extraordinaria cantante Clara Montes y de su voz en directo, que canta los secretos y la poesía de Federico, acompañada por la guitarra de José Luis Montón, .
La obra representada primero en Albacete obtuvo el clamor y los aplausos del público, según mi opinión no tanto por el contenido –que también engancha al espectador- sino sobre todo por la excepcional puesta en escena que consigue un sugerente ambiente onírico de gran belleza visual, presenta difíciles escenas con gran sensibilidad y capta el mundo lírico lorquiano, multiplicado con las canciones de Clara Montes. En esta puesta en escena, mediante una serie de lienzos de gasa, transcurren escenas del pasado y sucesos del presente. Las sombras y las proyecciones a través de estos lienzos multiplican el efecto
                                     https://youtu.be/X7oSXe2i_Ww

El argumento de la novela es mucho más amplio. Su título hace referencia al libro de poemas, Sonetos del amor oscuro, que el narrador Juan Ramírez de Lucas define como “sonetos de amor al estilo clásico (…) con la clave de nuestros amores oscuros no por su falta de luz, sino por las vicisitudes que nos obligaban a pasar” (p. 365). Ese forzado ocultamiento de su amor los hace clandestinos. Hasta la muerte de este último amor de Lorca, "el rubio de Albacete", no se supo a quien iban dirigidos.
 Relata con minuciosidad lo que rodea el amor de los dos protagonistas, Federico y Juan: el marco político y el desarrollo de la cotidianeidad previa a la Guerra Civil, la relación con poetas de la época –Cernuda, Juan Ramón, Alberti, Aleixandre, Luis Rosales…-, las representaciones exitosas de su obra dramática, el grupo de La Barraca, el Club Teatral Anfistora, las actrices famosas -Lola Membrives, Margarita Xirgu…-, el Lyceum Club Femenino, el recuerdo de la Residencia de Estudiantes, la Semana Santa sevillana, sus ideas acerca de la espiritualidad y la religión, del amor, de la amistad comprometida, de la obediencia a los padres, de la familia, de la libertad, etc.
La novela tiene fragmentos emocionantes junto a una pesada reflexión que acerca de los sucesos hace el narrador en 1ª persona, Juan Ramírez de Lucas: “…no había nada blasfemo en comprender lo que de divino existe en lo humano, mucho más en la amistad, el afecto o la admiración, y un poco de todo esto hay en un gran amor, sin más misticismos. La luz de Federico y de este amor ha dispersado la oscuridad impuesta por los contables de los pecados ajenos. Como aquellas estrellas cuya luz llega a nosotros y pervive, atravesando la oscuridad del universo, mucho tiempo después de haberse apagado” (pág. 91). Me resulta forzada esta reflexión del narrador porque es además protagonista que se expresa de manera menos enfática en los diálogos. Del mismo modo, muchas de las metáforas del texto empastan la anécdota y paralizan el desarrollo de la acción: “La ropa voló como palomas de tela por la habitación” (p. 206), “…el cielo parecía aureolar nuestros cuerpos como ángeles que se amasen en el amanecer del mundo” (p. 210). Adopta un lenguaje muy engolado, sin embargo no me parece que retrate al personaje-narrador, que en los diálogos con Federico utiliza un registro más natural. “La alegría era como un río desbordado que se colaba a borbotones por todos los intersticios de la trastienda de aquel imponente teatro” (p. 247). “El amor es un cristal delicado y cualquier cosa lo quiebra y lo mancha” (p. 354)
A lo largo de la novela se caracteriza a Lorca desde distintas voces narrativas. Se recoge parte de la entrevista que el famoso periodista Alardo Prats le hizo para el periódico El Sol. Lorca consideraba necesario que el maltratado mundo de los cómicos fuera tratado “con respeto y consideración”, pensaba que en el teatro “sentir era más importante que la comprensión intelectual”, era “partidario de los pobres, de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega” (p. 150)
Desde luego la voz narrativa que dibuja insistentemente al poeta es su amor, Juan Ramírez de Lucas quien afirma quedarse embobado ante “su acento cantarín y su característico ceceo granadino”. Federico “era u creador consciente del alcance y la importancia de sus manifestaciones. Pero no era un impostor. No afectaba sus posturas sino que mostraba las que realmente sentía,(…) Sus declaraciones no eran lo que se dice cómodas ni complacientes” (p. 151). El comportamiento de Lorca, retrata la relación paterno-filial, cómo el amor y la obediencia al padre, comportaba una especie de resignación y humillación: “Qué diferente aquel Federico en esplendor, maduro y seguro de sí, con este otro “Federiquito”, apocado, al lado de su padre, que le daba palmaditas en la espalda como a un niño o a un perrillo fiel” (p. 272). La misma resignación que sufrió Juan Ramírez  cuando en Albacete esperaba el permiso paterno para viajar a Méjico con García Lorca que esperaba en Granada y allí encontró la muerte antes de que “el rubio de Albacete” obtuviera dicho permiso. “Quizá debiéramos haber sido más egoístas o peores hijos, y pensar más en lo que nosotros queríamos, en lo que nos hacía felices” (p. 275). “Yo fui el último amor de Lorca y, tal vez, la razón de su muerte”.
Juan Ramírez explica cómo no solo supo apreciar “su genialidad creadora, su talento enorme para escribir, para interpretar y ser, sino algo más profundo: una sensibilidad que lo hacía incapaz de lastimar a nadie conscientemente” (p.178)
La estructura de la novela sigue la pauta, generalizada en el cine y en la literatura, de utilizar alguien a quien el protagonista narra su historia. Un hombre cansado, agotado, con 93 años, ingresado en la Clínica de la Concepción de Madrid, desvela a su médico de guardia, un importante secreto que ha guardado consigo toda su vida, 75 años de sufrimiento callado, un secreto que se devana tras las primeras palabras:” Yo fui el último amor de Lorca y, probablemente, la razón de su muerte”. Estamos viendo las imágenes de El paciente inglés,  de semejante estructura.

Esa revelación la aprovecha el escritor para que esta médico se sienta identificada con la historia de Juan Ramírez de Lucas que le “hizo volver los ojos” a su propia existencia e incluya su propia historia en el primer capítulo y sus reflexiones acerca de tantas personas que han vivido amores oscuros con desenlaces terribles “Por qué tanta oscuridad en amores tan luminosos? (p.15) y de tantas que han hecho lo que se supone se esperaba de ellas y no lo que realmente deseaban hacer con su vida.

El dolor deja señales, como los incendios, y quienes lo han sentido de verdad, en sus propias carnes, en su vida, lo detectan, aunque mucho tiempo después no queden apenas huellas” (p.35)