domingo, 15 de diciembre de 2019

ESPERPENTOS DIARIOS. 31. Somos abuelas solo de nuestros nietos



¡Qué mundo el de las abuelas!, ellas, las que salen, comen fuera, van al cine, al teatro, visitan exposiciones, viajan a destinos exóticos, se operan el párpado caído, compran cremas buenas en las que nunca antes se habían gastado sus cuartos aunque, si las compran en el Duty Free tanto mejor, recuperan amigos, a veces más que amigos, descubren amores silenciosos del pasado y otros no tan silenciosos, dan un paso adelante en amores antes prohibidos, borran de sus cabezas recuerdos dolorosos, se ríen de etapas de su vida, esas por la que antes sufrían, se pasan al vino, blanco frío a mediodía, tinto caliente a final de la tarde, y dicen lo que piensan sin filtro ni censura alguna. Tienen nietos, cálidos y amorosos, que las llenan de serotonina, y amigas con las que mantienen la ilusión de vivir. No siempre las entienden, y a veces hablan de ellas de manera poco afortunada, que no les pasa desapercibida y contra la que se revuelven. 
 - ¿Cómo te llamas? -preguntó una de ellas a un camarero que hizo su pedido a la cocina: “tarta de manzana para las abuelas
- ¡¡¡Yoooo !!! Javier ¿por?
- Pues mira, Javier, no somos tus abuelas y nos molesta que, a voces, hagas el pedido “para las abuelas” ¿comprendes”. Ni se te ocurra faltarnos el respeto.
- No, perdone -contestó azorado- sí, he dicho eso, pero pedía tarta para mi madre que está con la suya en la cocina y a las dos las llamamos abuelas.
- Bueno, si es así, ¡aclarado!, pero no te dejes llevar por el aspecto externo. Tenemos la cara con arrugas y el cabello con canas, pero el corazón terso y el entendimiento a tope.
-Perdón, perdón -insistió el camarero azorado.
Conocí a un hombre estupendo (también ellos se rebelan), a quien una enfermera, con cariño, llamó abuelo y él muy  digno le dijo: "Perdone, yo soy abuelo de mis nietos, usted puede llamarme por mi nombre, me llamo José María".
La juventud es algo muy transitorio y lleno de ocupaciones. La vejez ahora se extiende más en el tiempo y si las enfermedades te ignoran, es muy placentera. Por lo menos la que abarca la tercera edad, porque ya podemos considerar que hay una cuarta edad. Pero que quede claro, "No hay barra libre para tratar a las abuelas". Las abuelas de sesenta somos abuelas de nuestros nietos, exclusivamente.