domingo, 10 de diciembre de 2017

ESPERPENTOS DIARIOS. 22. El viacrucis y la bolsa "hijadeputa"

Navidad en puertas. Estamos en plena época de compras y me refiero solo a las que se adquieren en un supermercado. Nada me parece bastante y cargo productos de los más dispares que, no sé si se llegarán a consumir todos, se estropearán o se perderán, olvidados en rincones de la despensa o del frigorífico.
Justo cuando estoy más animada y feliz porque he ido llenando hasta arriba, poco a poco, el carro de provisiones como si no hubiera un mañana, empieza mi particular viacrucis. Vuelvo a sacarlas una a una y a depositarlas sobre la cinta de la caja del supermercado (primera estación), cuidándome de agrupar lo pesado con lo pesado y lo ligero a un lado para que no se aplaste, pero corre más la cinta que mi mano y al final se revuelve todo. Es entonces cuando me percato de que me he pasado, “si yo solo venía a por un par de botellas de cava” –piensas. Cuando la compra ha pasado por el control de la caja, devuelvo al carro todas las provisiones agrupadas en bolsas sin orden (segunda estación), y todo mi ser se percata de la equivocación de haber cogido un carro cuyas ruedas no giran bien. Me rompo la espalda intentando conducirlo hasta el coche, ayudándome de la cadera, de los inexistentes músculos de brazos y piernas, empujando el carro hacia adelante y tirando de él hacia atrás,  y siento cómo me va subiendo un huracán rojo de mal humor. ¡Premio!, al final he conseguido llegar al coche y descargar toda la compra en el maletero (tercera estación). Devuelvo el carro que sigue con las ruedas atascadas. Enciendo la radio del coche para aliviar mi ánimo y conduzco un poco atropellada hasta llegar al garaje. Al fin aparco en una plaza que hasta ahora no me había parecido que estuviera tan lejos de la puerta del ascensor y empieza de nuevo un trasiego más (cuarta estación) de bolsas, uno, dos, tres viajes, con los brazos reblandecidos por el peso. En ese trayecto comienza la bolsa “hijadeputa” a llamar la atención. Es la que más pesa, la que lleva un par de botellas que no se tienen en pie y se vuelca, una y otra vez o, caprichosa, se dobla escondiendo una de sus asas para ponerme a prueba. El traslado se convierte en un auténtico festival.
Consigo llegar con todas las bolsas a la puerta del ascensor, con el ánimo ya un poco violentado, es decir, con un cabreo monumental al recordar que me dijeron “¿Quieres que te acompañe” – “No, no hace falta, voy a por cuatro cosas de nada”.
El ascensor abre generoso sus puertas y de nuevo a transportar bolsas al interior (quinta estación). A media carga se cierran estas malditas puertas automáticas que siempre te pillan, alguien lo ha llamado y entonces, con una mano en la tecla que impide que se cierren y otra estirada hacia las bolsas, consigo arrastrar casi todas hasta dentro, pero la bolsa "hijadeputa" se vuelve a volcar, se sale una de las botellas que rueda lejos de mi alcance y no me queda más remedio que tirar otra vez de las bolsas hacia afuera, arrastrándolas con una mano  –si se dejan- de dos en dos. Me salgo del ascensor. Insulto airada a la bolsa "hijadeputa", recojo la botella con una rabiosa patada, a punto de romperse y vuelvo a empezar la operación, llamando de nuevo al ascensor.
Esta vez consigo meter todas las bolsas (sexta estación), llegar al rellano del piso y, cuando estoy con la mitad de bolsas dentro y la mitad fuera del ascensor, vuelven a reclamarlo otra vez y. obediente a la llamada, intenta cerrar sus puertas. Estampo el bolso, que cuelga pesadamente del hombro y dificulta la reiterada tarea de carga y descarga (séptima estación) para ir más ligera, y la bolsa "hijadeputa" vuelve a esconder una de sus asas, se vuelca de nuevo y la botella sale alegre rulando. Quiere hacer un reconocimiento de su nuevo domicilio. No puedo hacer nada para evitarlo, la botella va directa a las escaleras, las baja salvajemente en su libertaria aventura, explota como si de una bomba se tratara y el cava burbujeante celebra anticipadamente su brindis con las escaleras.
Me vuelco con prisa en la nueva tarea, recojo los cristales, fregona en mano saco brillo a los peldaños bañados y continúo con la labor iniciada: desde el descansillo meto en la cocina (octava estación) las bolsas que esperan su turno pacientemente en la puerta del piso y, una vez dentro, intento (novena estación) colocar su contenido, inútilmente, porque la despensa es pequeña y el frigo ya estaba ocupado. Parte de la compra se queda esparcida sobre la encimera.
No puedo ni llorar. A mi personal viacrucis le faltan, por suerte, cinco estaciones que esta vez no voy a recorrer aunque ello me suponga no obtener la indulgencia plenaria que se deriva de completar las catorce de que consta.
Dejo tirada la bolsa "hijadeputa" en el suelo de la cocina, al lado de las otras, cojo una lata de cerveza y pongo la televisión. Ya veremos cuándo paso a recoger.


viernes, 6 de octubre de 2017

Berta Isla de Javier Marías

LA NOVELA DE LA INTRIGA EN LA ESPERA
Mucho se ha escrito sobre esta recién publicada novela, mucho ha dicho de ella su propio autor, Javier Marías y por tanto poco nuevo queda por añadir, solo destacar, sin desvelar ningún detalle del impacto de los giros argumentales, lo más interesante de ella.
Es la novela de la espera de su marido por una mujer, Berta Isla (ya desde su apellido se caracteriza su soledad, su aislamiento), que desconoce por qué desaparece de casa de manera intermitente,  tan a menudo y tan largo tiempo, en cada ocasión mayor que en la anterior, para después reaparecer. Es una misteriosa ocupación la que reclama a Tomás Nevinson en estas salidas, una ocupación que es el trasfondo de la novela pero de la cual apenas se sabe nada más porque nada puede desvelar el personaje a su esposa; por esta razón no se puede afirmar exactamente que sea una novela de espionaje.
Es muy interesante la trama, llena de sorpresas y de giros argumentales inesperados e impactantes cada uno de ellos, que atrapan la atención del lector. Una mentira inicial da un vuelco total a la vida de los dos personajes principales, el matrimonio Berta-Tomás.
Las digresiones reflexivas, habitualmente extensas  (sobre la identidad, la imposibilidad de conocer al prójimo, los secretos, la traición, el matrimonio, lo que no sabemos ni podemos conocer, lo que es pero no es, etc.), que el autor pone en boca del personaje-narrador conecta con anteriores novelas, retratando las obsesiones, el universo intelectual y sentimental de Javier Marías. Plantean constante y reiteradamente un dilema moral.
Al final del libro hay una interesante reflexión sobre el núcleo argumental: mientras existe la espera, todo es posible, todas las vías están sin definir, pero cuando las esperas terminan, bien porque llega lo esperado o  bien porque se abandona la esperanza de que llegue, en cierto sentido se añora la espera, aunque hubiera sido larga y desesperante, porque en ella todo era posible.
J. Marías destaca como inspiradoras La Odisea de Homero, “Ulises es el primer desaparecido de la Historia de la Literatura”, Enrique V  de Shakespeare, El coronel Chabert de Balzac o Historia de dos ciudades de Charles Dickens. Son el germen de la novela, la tradición literaria de los desaparecidos que a veces reaparecen, a veces vuelven o no, el que vuelve puede ser un impostor (ha pasado tanto tiempo que s e convierte en un desconocido), y siempre es la mujer la que espera, como Berta Isla.
Terminaré recogiendo las palabras de quienes han ahondado en la lectura de esta novela:

  • Berta Isla es una de las más complejas y atrevidas novelas del autor y, sin duda, la más inquietante y desolada”. José Carlos Mainer, Babelia.
  • “Independientemente de nuestras expectativas, al leer elegimos pasar tiempo en compañía de un autor. En el caso de Javier Marías, se trata de una buena decisión: su mente es profunda, aguda, a veces turbadora, a veces hilarante y siempre inteligente” Eduard St Aubyn, The New York Times Book Review.
  • “Hechizante … evoca a creadores de acertijos como Borges, y las tramas de Marías, ingeniosas como jugadas de ajedrez, traen a la mente al gran maestro estratega del siglo XX, Vladimir Nabokov. (Los Angeles Times)
  • “Una mujer hecha de resistencia, insomnio y preguntas, casi Penélope. Y entre medias, una trama de intensidades (…), con reverberaciones liricas, luminosa de personajes en penumbra y bien armada.” (Antonio Lucas, El Mundo)
  • "El estilo de Marías tiene una sintaxis  heterodoxa y chocante, parece imitar el balbuceo mental que somos dentro. Como si reprodujese el tapiz del lenguaje por el revés, con sus nudos y groseros pespuntes. Pero así resalta más eficazmente el misterio y a la par a sencillez de la trama hasta la fascinación cómplice del lector. O lo pillas o no, como los buenos chistes: no se puede explicar." Fernando Savater, El País.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Los amores oscuros. Recuerdo a Federico García Lorca

 Los amores oscuros: la representación escénica mejora la novela
Adaptación teatral bajo la dirección de Juanma Cifuentes, de la novela, con el mismo título, escrita por Manuel Francisco Reina, publicada en 2012, (IX Premio Internacional de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza 2013). La versión dramática se presentó en el Festival de Teatro de Málaga (1 de febrero) y se estrenó en Albacete el 30 de marzo, obteniendo la aceptación de la crítica y el aplauso emocionado del público y la segunda cita con esta historia de amor en días posteriores. Estuvo a continuación en el Teatro Español (Plaza Santa Ana de Madrid) desde el 28 de junio al 2 de julio de 2017.
El estreno coincide con el primer centenario del nacimiento de Juan Ramírez de Lucas, “el rubio de Albacete” que guardó su gran secreto durante 75 años. “Yo fui el último amor de Lorca y, tal vez, la razón de su muerte”.
Ya anciano, Juan Ramírez de Lucas, interpretado por Antonio Campos, va embalando objetos artísticos para una exposición, junto a su ayudante, la actriz Ángeles Cuerda. Descubre carpetas con recortes de prensa y cartas y evoca esos años en Madrid en los que conoció e intimó con Federico García Lorca que tenía entonces 36 años.
La adaptación dramática reproduce el lirismo de la obra de García Lorca, con la presencia de la extraordinaria cantante Clara Montes y de su voz en directo, que canta los secretos y la poesía de Federico, acompañada por la guitarra de José Luis Montón, .
La obra representada primero en Albacete obtuvo el clamor y los aplausos del público, según mi opinión no tanto por el contenido –que también engancha al espectador- sino sobre todo por la excepcional puesta en escena que consigue un sugerente ambiente onírico de gran belleza visual, presenta difíciles escenas con gran sensibilidad y capta el mundo lírico lorquiano, multiplicado con las canciones de Clara Montes. En esta puesta en escena, mediante una serie de lienzos de gasa, transcurren escenas del pasado y sucesos del presente. Las sombras y las proyecciones a través de estos lienzos multiplican el efecto
                                     https://youtu.be/X7oSXe2i_Ww

El argumento de la novela es mucho más amplio. Su título hace referencia al libro de poemas, Sonetos del amor oscuro, que el narrador Juan Ramírez de Lucas define como “sonetos de amor al estilo clásico (…) con la clave de nuestros amores oscuros no por su falta de luz, sino por las vicisitudes que nos obligaban a pasar” (p. 365). Ese forzado ocultamiento de su amor los hace clandestinos. Hasta la muerte de este último amor de Lorca, "el rubio de Albacete", no se supo a quien iban dirigidos.
 Relata con minuciosidad lo que rodea el amor de los dos protagonistas, Federico y Juan: el marco político y el desarrollo de la cotidianeidad previa a la Guerra Civil, la relación con poetas de la época –Cernuda, Juan Ramón, Alberti, Aleixandre, Luis Rosales…-, las representaciones exitosas de su obra dramática, el grupo de La Barraca, el Club Teatral Anfistora, las actrices famosas -Lola Membrives, Margarita Xirgu…-, el Lyceum Club Femenino, el recuerdo de la Residencia de Estudiantes, la Semana Santa sevillana, sus ideas acerca de la espiritualidad y la religión, del amor, de la amistad comprometida, de la obediencia a los padres, de la familia, de la libertad, etc.
La novela tiene fragmentos emocionantes junto a una pesada reflexión que acerca de los sucesos hace el narrador en 1ª persona, Juan Ramírez de Lucas: “…no había nada blasfemo en comprender lo que de divino existe en lo humano, mucho más en la amistad, el afecto o la admiración, y un poco de todo esto hay en un gran amor, sin más misticismos. La luz de Federico y de este amor ha dispersado la oscuridad impuesta por los contables de los pecados ajenos. Como aquellas estrellas cuya luz llega a nosotros y pervive, atravesando la oscuridad del universo, mucho tiempo después de haberse apagado” (pág. 91). Me resulta forzada esta reflexión del narrador porque es además protagonista que se expresa de manera menos enfática en los diálogos. Del mismo modo, muchas de las metáforas del texto empastan la anécdota y paralizan el desarrollo de la acción: “La ropa voló como palomas de tela por la habitación” (p. 206), “…el cielo parecía aureolar nuestros cuerpos como ángeles que se amasen en el amanecer del mundo” (p. 210). Adopta un lenguaje muy engolado, sin embargo no me parece que retrate al personaje-narrador, que en los diálogos con Federico utiliza un registro más natural. “La alegría era como un río desbordado que se colaba a borbotones por todos los intersticios de la trastienda de aquel imponente teatro” (p. 247). “El amor es un cristal delicado y cualquier cosa lo quiebra y lo mancha” (p. 354)
A lo largo de la novela se caracteriza a Lorca desde distintas voces narrativas. Se recoge parte de la entrevista que el famoso periodista Alardo Prats le hizo para el periódico El Sol. Lorca consideraba necesario que el maltratado mundo de los cómicos fuera tratado “con respeto y consideración”, pensaba que en el teatro “sentir era más importante que la comprensión intelectual”, era “partidario de los pobres, de los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega” (p. 150)
Desde luego la voz narrativa que dibuja insistentemente al poeta es su amor, Juan Ramírez de Lucas quien afirma quedarse embobado ante “su acento cantarín y su característico ceceo granadino”. Federico “era u creador consciente del alcance y la importancia de sus manifestaciones. Pero no era un impostor. No afectaba sus posturas sino que mostraba las que realmente sentía,(…) Sus declaraciones no eran lo que se dice cómodas ni complacientes” (p. 151). El comportamiento de Lorca, retrata la relación paterno-filial, cómo el amor y la obediencia al padre, comportaba una especie de resignación y humillación: “Qué diferente aquel Federico en esplendor, maduro y seguro de sí, con este otro “Federiquito”, apocado, al lado de su padre, que le daba palmaditas en la espalda como a un niño o a un perrillo fiel” (p. 272). La misma resignación que sufrió Juan Ramírez  cuando en Albacete esperaba el permiso paterno para viajar a Méjico con García Lorca que esperaba en Granada y allí encontró la muerte antes de que “el rubio de Albacete” obtuviera dicho permiso. “Quizá debiéramos haber sido más egoístas o peores hijos, y pensar más en lo que nosotros queríamos, en lo que nos hacía felices” (p. 275). “Yo fui el último amor de Lorca y, tal vez, la razón de su muerte”.
Juan Ramírez explica cómo no solo supo apreciar “su genialidad creadora, su talento enorme para escribir, para interpretar y ser, sino algo más profundo: una sensibilidad que lo hacía incapaz de lastimar a nadie conscientemente” (p.178)
La estructura de la novela sigue la pauta, generalizada en el cine y en la literatura, de utilizar alguien a quien el protagonista narra su historia. Un hombre cansado, agotado, con 93 años, ingresado en la Clínica de la Concepción de Madrid, desvela a su médico de guardia, un importante secreto que ha guardado consigo toda su vida, 75 años de sufrimiento callado, un secreto que se devana tras las primeras palabras:” Yo fui el último amor de Lorca y, probablemente, la razón de su muerte”. Estamos viendo las imágenes de El paciente inglés,  de semejante estructura.

Esa revelación la aprovecha el escritor para que esta médico se sienta identificada con la historia de Juan Ramírez de Lucas que le “hizo volver los ojos” a su propia existencia e incluya su propia historia en el primer capítulo y sus reflexiones acerca de tantas personas que han vivido amores oscuros con desenlaces terribles “Por qué tanta oscuridad en amores tan luminosos? (p.15) y de tantas que han hecho lo que se supone se esperaba de ellas y no lo que realmente deseaban hacer con su vida.

El dolor deja señales, como los incendios, y quienes lo han sentido de verdad, en sus propias carnes, en su vida, lo detectan, aunque mucho tiempo después no queden apenas huellas” (p.35)

viernes, 18 de agosto de 2017

Cicatriz de Sara Mesa

Un Pigmalión refinado
Cicatriz  de Sara Mesa es una de las novelas de 2016, que ha merecido de algunas de la opiniones críticas a tener en cuenta, la consideración de lectura “imprescindible”.
Se trata de una perturbadora historia que gira solo en torno a dos personajes, ahondando en el turbio comportamiento de ambos y en la conducta del ser humano.
Sonia es una  becaria joven, con un aburrido trabajo en un archivo, sin proyección de futuro, que vive en la periferia de la ciudad y cuya vida familiar es deprimente. En suma, una existencia anodina, con una única ventana al mundo, Internet. A través de  un foro literario, al que llega por pura casualidad, se va enredando con Knut Hamsun, apodo de otro ser solitario que “distrae” primero libros y más adelante cosas más personales, en los grandes almacenes y se las envía a Sonia.
Esta relación virtual despierta en ella una mezcla de atracción y repulsión que inexplicablemente mantiene hasta el final. Los personajes intercambian correos en los que se pone de manifiesto sus sentimientos, emociones y todo aquello que tiene lugar en el interior de cada uno. Por ello apenas hay ambientes externos, solo, los estrictamente necesarios para ubicar el desarrollo de los acontecimientos y, la mayoría de ellos son interiores. Tampoco hay intervención de un narrador ajeno a los personajes. “Es necesario que el narrador se disuelva, se quite de en medio” –afirma Sara Mesa (en Alberto Gordo, 04-03-2015, Elcultural.com )-, lo que hace muy interesante la perspectiva narrativa.
La escritora hurga sin piedad en los fracasos de ambos, en sus heridas vitales, conduciendo a los personajes desde una relación mantenida por curiosidad hacia una turbadora obsesión que se torna pesadilla. Knut es el sujeto dominante, perverso, refinado y manipulador; Sonia se debate entre la fascinación y la repulsión. Acoso, sumisión, desprecio, culpa… son los términos que caracterizan esta estrafalaria relación.
A pesar de lo interesante que parezca el tema, el desarrollo de la trama es pesado, reiterativo y termina careciendo de atractivo. Del mismo modo sucede con los personajes, misteriosos y atractivos al comienzo, insoportables según avanza la historia. Se trata de un sujeto que regala cosas robadas a una chica que a él le gusta y ella las acepta, empujada por su vanidad o por su soledad, sin pensar en nada más. La escritora se cuestiona “hasta qué punto un regalo es solo un regalo y no comporta mucho más”. En este punto hay una reflexión acerca de la moralidad del robo, hecho que Knut justifica porque no roba con violencia y lo hace solo en grandes superficies, por lo que lo considera como un acto casi contra el sistema, “después de todo, su riqueza proviene del expolio”- le comenta unos de los compañeros de Sonia.
La relación entre ambos es lo que resulta interesante, es una relación de dependencia, enfermiza, una fantasía sexual sin sexo. Hay una perspectiva de idealización  relacionada con el consumo de objetos de lujo, una perspectiva en que la realidad se sustituye por el mundo ideal y los dos personajes rechazan tener ningún encuentro físico. Sexo y amor se separan. Es una relación “amorosa” basada además en la obsesión. El personaje masculino, del que solo conocemos su apodo, Knut Hansum, es una especie de Pigmalión literario que pretende recrear el talento de Sonia como gran lectora y potencial escritora, a su manera, con un perfeccionismo obsesivo. Es un personaje manipulador que la domina fácilmente, aprovechándose de la insatisfacción vital que ella padece, lo que le impide percibir el acoso sicológico a que la somete Knut y por supuesto no se rebela.
Es original la estructura con saltos constantes hacia atrás y hacia delante. Este recurso  genera tensión mediante la anticipación en un capítulo de un suceso o de un giro argumental del que se relatan causas y desarrollo de los hechos en los siguientes capítulos. El mismo comienzo de la novela es una escena adelantada en el tiempo narrativo, a continuación de la cual, la autora regresa en el que denomina primer capítulo “siete años antes”.
A pesar del interés de la técnica, no se logra el resultado esperado por el lector, porque lo que parecía impactante luego resulta casi insulso e incluso decepcionante.
Hay una perfecta identificación entre el tema y el estilo empleado, escueto y sencillo, con escasos adornos que conducen a que las conversaciones entre ambos resulten aburridas, tan aburridas como ellos mismos pues reflejan su pensamiento y, al no haber narraciones secundarias, la historia pierde interés por su reiteración. La escasa acción y la falta de desarrollo de la trama da lugar a que resulte pesada la continua lista de libros robados, las marcas de lencería y cosméticos elegidos, los perfumes, cómo desactivar las alarmas de cada marca, etc. En este punto destaca la importancia de los objetos en la vida cotidiana y en la novela. Representan el apego por los recuerdos que despiertan y su función simbólica: invaden la casa y la vida de Sonia que, como personaje inactivo es incapaz de eliminar.
Dentro de la invariabilidad del argumento, me gusta el imprevisto pequeño giro que da la novela al final. Y, a pesar de los comentarios negativos vertidos en esta reseña, la novela me ha gustado, sobre todo por su originalidad y el dominio del lenguaje.

domingo, 30 de julio de 2017

Hombres desnudos de Alicia Giménez Bartlett

Pobres hombres desnudos de voluntad propia, hoy siempre embarcados en gestas que el mundo ha creado para ellos!" (p. 282)
Otra novela que trata sobre las convulsas relaciones entre mujeres de cincuenta y tantos o sesenta años, que inician una extraña relación con “Chicos de alterne”, treintañeros, que se desnudan por dinero, para sobrevivir, “acompañantes, “prostitutos” como se denominan a sí mismos con insistencia.
Es una novela ligera, de verano, Premio Planeta 2015. Aunque es entretenida, resulta muy repetitiva, una y otra vez los encuentros entre dos personajes, Irene y Javier, ajenos a la situación a la que la vida los ha empujado, casi extravagantes, en torno a los cuales gira la novela. Las situaciones que al comienzo despiertan una sonrisa, se van tornando desasosegantes porque más que escenas eróticas, la novela describe y analiza sentimientos. El idealismo de los personajes los va devorando sin esperanzas, en un vaivén, según discurre la trama, que acelera y frena su desencanto, repetitivamente. Están desorientados. Proceden de una relación rota y no acaban de saber cómo reconstruir sus vidas.                       
Hay sin embargo, un par de cosas interesantes. La primera es el increíble e inesperado giro del desenlace, que deja al lector perplejo, literalmente con los ojos redondos y la boca abierta de par en par. Ya se preveía desde las primeras páginas que el irremediable destino iba a reunir a los dos personajes principales. Lo que era inimaginable era el modo en que iba a suceder.
La segunda es el constante cambio de voz narrativa. Entre los diálogos se van intercalando los pensamientos de cada personaje, en primera persona, en cada momento concreto de la historia. No hay, pues, un narrador omnisciente que describa a los personajes o valore las situaciones sino múltiples voces, tantas como personajes, que abren su corazón y desgranan sus pensamientos para el lector. 
Es una entretenida novela que retrata una actividad masculina escasamente tratada: el estriptis y la prostitución. La original película The Full Monty con sus personajes corrientes que hacen estriptis, abrió una puerta que raramente ha seguido la literatura. Hombres desnudos (de Alicia Giménez Bartlett) y La carne (de Rosa Montero) dan un paso más allá, el de la relación con hombres que cobran por su compañía, entretenimiento, sexo, etc., y todo lo que demande la mujer que paga sus servicios. Es el retrato de unas vidas desmanteladas por la crisis,  que induce a ellos a sobrevivir como “chicos de alterne”, una vía de escape, y ofrece a ellas un modo fácil de paliar los efectos de la soledad no elegida.

jueves, 20 de julio de 2017

La carne de Rosa Montero

La carne nos controla
 La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor”. Esas son las sugerentes palabras con las que se da comienzo a la historia de la vida de Soledad, una mujer que cumple 60 años y hace honor a su nombre. Pretende ir acompañada a la representación de Tristán e Isolda, porque está segura de que allí reencontrará a su último amante clandestino, casado, con quien meses antes pensaba asistir. Esta ópera acompañó  su primer y explosivo encuentro erótico entre ambos.
Decide contratar un joven y atractivo “acompañante” en una página web (un “escort”, “gigoló”, “prostituto” –lo define) para darle celos y elige entre toda la galería de bellezas masculinas al que tenía “un aspecto formidable de pianista romántico cruzado con musculoso trapecista” (p. 6), un auténtico “cañón” a quien lucir.
Todo transcurre como deseaba hasta que, a la salida de la ópera, un suceso violento encarrila de manera inesperada su vida. El suspense marca esta relación, ambigua e inquietante, hasta el final y engancha al lector.
Es una novela sobre la soledad, sobre el sexo y el placer carnal, sobre la inestabilidad que produce el fracaso en el amor (“sin amor, todo era polvo y llanto”, p.102) y sobre la certeza de que a los 60 años se ha llegado a la edad en que la biografía es irreversible.
Todo lo interesante de la novela gira en torno a esta relación entre los dos personajes, aunque entre ellos la narradora establece un paralelismo innecesario (ambos son gemelos, abandonados por los padres…), excepto la diferencia de edad (60 ella, 32 él) que a Soledad fascina y asusta a partes iguales. “La carne nos aprisiona, nos enferma, nos mata y también nos hace rozar la gloria a través de la sexualidad, el deseo, el amor… Es la carne infierno y éxtasis”. Son palabras de Rosa Montero, recogidas en la entrevista de Nuria Labari (ZendaLibros.com) que dan la clave de la novela, que el propio título anuncia. Obsesiona a Soledad el deterioro físico de esa “carne traidora, enemiga íntima que te hacía prisionera de tu derrota” (p. 11), como se habla a sí misma, en voz alta, al contemplar su cuerpo en el espejo. La carne esclaviza y el paso del tiempo se muestra en ella. La narradora hace un alarde de precisos sinónimos para describirlo: “El cuerpo se plisa, se ablanda, se cuarta, se desploma y se deforma”, ese cuerpo traidor al que “no le bastaba humillarte: además cometía la grosería suprema de matarte” (p. 14)
Directamente relacionadas con su percepción sobre la carne y la frustración que produce su deterioro, encadena las reflexiones de la protagonista sobre el miedo a la vejez, el paso del tiempo, la tiranía del sexo, los prejuicios sexistas hacia la mujer que ha dejado de ser joven…  Ser viejo era tener un pasado irremediable y carecer de tiempo para enmendarlo” –reflexiona. (p. 17). Resulta casi divertido, si no fuera por la triste realidad que refleja, el resumen que hace de la parafernalia necesaria para viajar con sesenta años (prótesis, medicinas, infinidad de cosas en la maleta: lentillas, suero, férulas, … (p. 39-40), para soportar la inacabable diversidad de molestias que van parasitando el cuerpo. El mismo humor negro se deriva de la planificación  e intendencia rigurosa que exige plantearse hacer el amor (elección de una lencería favorecedora, depilación, cremas reafirmantes, maquillaje, aliento fresco, velas estratégicamente colocadas, selección de la música…) y lo más decepcionante es la reflexión final: “…uno de los espejismos más extendidos es el de pensar que nosotros no vamos  a ser como los otros viejos, que nosotros seremos diferentes. Pero luego la edad siempre te atrapa y terminas igual de tembloroso, de inestable y babeante” (p. 120).
Todas estas obsesivas y deprimentes reflexiones forman parte importante en la caracterización de Dolores, tan insegura en su relación que duda y desconfía por cualquier motivo. La propia narradora la define con un buen carrusel de adjetivos: “Ella se sentía agobiada angustiada, desgarrada, enloquecida, desolada, desconcertada, perdida, fracasada, machacada, acongojada, muy desgraciada y, en fin, medio muerta”(p.79). La narradora parece conocer muy bien los sentimientos de Soledad.
En conjunto, el resultado de la novela es desigual. Muy interesante el suspense en la relación entre el “escort” y la narradora, suspense que gira de manera inquietante hasta la resolución final, despertando expectativas diversas en el lector. Bastante desasosegantes las obsesivas reflexiones de la protagonista, así como la insistencia en su  origen, el abandono de su padre, el significativo nombre e innecesarias coincidencias vitales con su amante, que hacen artificiosa la personalidad de la protagonista. Y, por último demasiadas explicaciones literarias extranarrativas.
En este último apartado hemos de explicar que Soledad, paralelamente a su historia personal, nos hace partícipes de su trabajo como comisaria de exposiciones, que prepara una exposición de “Escritores Malditos” de los que Soledad relata sus biografías. Todos coinciden en ser biografías reales y en su destino torcido: William  Burroughs, Ulrico Von Liechtenstein, Philp K. Dick, Guy de Maupassant, Mark Twain, María Lejárraga, Pedro Luis de Gálvez, Mª Luisa Bombal y Mª Carolina Geel.  Solo una biografía es inventada, la de Josefina Álvarez que escribe bajo el seudónimo Luis Freeman, en la que la escritora se detiene pausadamente en los detalles de su vida, que la marcan como una “perfecta maldita”. La escritora va contando la historia de cada uno, al hilo de su narración, engarzándola con algún detalle personal de los protagonistas de la novela o con alguna reflexión de la narradora, en perpetua paradoja, al hilo del desarrollo de los acontecimientos.. Hay un punto de enlace que da pie a esta entrada pero que, según mi opinión, ralentiza el desarrollo de la trama novelesca, sin añadir más que un interés ocasional a la misma. Lo más interesante de estas biografías es la extrapolación que la escritora hace de qué se considera “escritor maldito”:
 Ser maldito es saber que tu discurso no puede tener eco, porque no hay oídos que lleguen a entenderte. En esto se parece a la locura(…) Ser maldito es no coincidir con tu tiempo, con tu clase, con tu entorno, con tu lengua, con la cultura a la que se supone perteneces. Ser maldito es desear ser como os demás pero no poder. Y querer que te quieran pero solo producir miedo o quizá risa. Ser maldito es no soportar la vida y sobre todo no soportarse a sí mismo” (p. 10-11)
En este apartado, Rosa Montero juega con el realismo, introduciéndose como personaje: una periodista que dedicó un perfil biográfico a Josefina Aznárez, que incluye en la novela. Es un guiño que no tiene más interés que el juego narrativo.
Otra presencia importante en la novela es la música, a veces muy oportuna como el significado del lamento de amor en la ópera Tristán e Isolda, o en Las bodas de Fígaro, e incluso en Muerte en Venecia, aunque en este caso, la explicación es tan profusa que el lector medio se aburre leyendo aquello que conoce y que tal vez debería ser solo una referencia sin pueriles explicaciones.
En resumen, la música, la literatura, las reflexiones de la novela son muy interesantes pero ocupan un segundo plano (a pesar de la extensión que les concede la autora), a favor de la original trama que la sustenta: la relación entre Adam, así se llama el “acompañante” y Soledad, llena de suspense hasta el desenlace y absolutamente inquietante.

lunes, 17 de julio de 2017

La Bella Durmiente

Los cuentos populares y su evolución a cuentos infantiles
Es de todos conocido el cuento de “La Bella Durmiente”: un hada, no invitada al nacimiento de una princesa, le regala una maldición: cuando cumpla 16 años se pinchará con el huso de una rueca y entrará en un sueño profundo del que solo despertará con el beso del príncipe que se enamore de su belleza. Todo sucede del modo previsto y hay un feliz desenlace.
Curiosamente existe una primera versión en 1634 (en napolitano, después traducida al italiano), procedente de la tradición oral, con el título “Sol, Luna y Talía”, escrita en Italia por Giambattista Basile, recogida junto a otros relatos con el título Pentameron. Esta primera versión difiere bastante de la historia que nos ha llegado a nosotros.
El comienzo es parecido: sabios y astrólogos del reino advierten al rey del peligro que corre su hija Talía (del griego Thaleia, "florecimiento) de pincharse con una astilla envenenada oculta entre lino. El rey prohíbe la entrada de lino a palacio y el uso de la rueca pero nada impide que la adolescente princesa encuentre una rueca para hilar y se clava una astilla bajo la uña, cayendo muerta. El rey, hundido por el dolor, es incapaz de enterrarla. Coloca a su hija sobre una tela de terciopelo y abandona el palacio cerrándolo a cal y canto.
El desenlace de la historia varía notablemente. Es un noble quien, siguiendo a su halcón en una jornada de caza, llega hasta donde yace la princesa. Queda impactado por su belleza e intenta despertarla, la besa y aún más, mantiene relaciones sexuales con la bella durmiente. El resultado es que nueve meses después, la princesa Talía da a luz a dos gemelos, Sol y Luna, a quienes cuidan las hadas. Cierto día, el niño, buscando el pezón de su madre, se engancha a su dedo y al succionar extrae la astilla que la envenenó. La princesa despierta descubriendo que había sido violada y tenía dos hijos. Habían transcurrido unos cien años.
El noble, que no puede olvidarla, regresa cierto día y, al encontrar despierta a Talía y a dos niños, comprende lo ocurrido y así se lo explica a la princesa quien lo perdona y pasan una semana de encendido amor.
Pasado este tiempo, ha de regresar con su esposa quien descubre lo ocurrido porque su marido habla en sueños y envía a por los tres con la intención de quemar a Talía en la hoguera y servir a su marido a los niños cocinados. No llegan a término estos malvados planes y es la esposa quien arde en la hoguera. El noble se casa con la princesa Talía.
Esta primera versión de  Giambattista Basile, es dulcificada por Perrault (1697) quien eliminó al noble violador sustituyéndolo por un apuesto príncipe que despertaría a la princesa (que en esta versión no tiene nombre propio) con un beso de amor y se casaría con ella teniendo, de este enlace, dos hijas. El cuento de Perrault se tituló “La bella del bosque durmiente ” (recogida en Los cuentos de mamá Gansa, 1697).
Los Hermanos Grimm aún la dulcificaron más y la convirtieron en un cuento infantil con el título Rosita de Espino o La Bella durmiente del bosque (recogido en Cuentos de la infancia y el hogar, 1812). Rosita de espino es el nombre propio de la princesa en esta versión.
La versión cinematográfica de Walt Disney (1959) popularizó la historia dulcificada, con muchas modificaciones: los padres de la princesa y el padre viudo del príncipe habían planificado con anterioridad el matrimonio de sus hijos para mantener buena relación entre los dos reinos. La princesa no duerme cien años. Las hadas buenas (Flora, Fauna y Primavera) ocultan y la cuidan en la Cabaña del Leñador para protegerla del maleficio del hada malvada que vive en un castillo siniestro, la Montaña Prohibida.
En 2014 se estrena la película titulada Maléfica cuyo título hace referencia al nombre del hada malvada (protagonizada por Angelina Jolie), basada en las versiones de Perrault y los Hermanos Grimm. Es una historia centrada sobre todo en la vida del hada. Lo más notable es la nueva versión del desenlace de la historia de la bella durmiente. El beso del príncipe no despierta a la princesa Aurora (en esta versión) sino que es un beso de “amor verdadero”, el de Maléfica, que ha estado pendiente de Aurora hasta sus 16 años, protegiéndola (a escondidas de Clavelina, Fronda y Violeta, las tres hadas buenas que la cuidan) e intentando inútilmente evitar el cumplimiento de su propia maldición que había intentado revocar, al darse cuenta del amor que había arraigado en su corazón hacia la princesa, a través de los años.