Una autobiografía impactante
Con la recomendación de que lo leyera, me regalaron este
libro sin más explicación. ¡Música! ¡Una autobiografía de un pianista de 39
años!
El primer capítulo (con la precisión “la música me la pone dura” despertó mi
interés pero interpreté erróneamente su significado. Una hipérbole
positiva-pensé. Nada más lejos de la realidad). Todos los capítulos comienzan
con una explicación de una composición musical clásica para piano, de la que el
autor relata alguna anécdota, de la propia composición o de su autor,
despertando sin duda el interés del lector. Nunca antes había leído una
reflexión sobre la música asociada a un relato vivencial. Siempre ha sido al
revés. La música era la que acompañaba al relato. En este libro, no. Esa
originalidad resultaba muy atractiva.
Encantada comencé a leerlo pero llevaba solo dos feroces páginas
cuando el escalofrío se apoderó de mí. Esa música era la que oía mientras su
profesor de boxeo “abusaba” de él. “No es
abuso cuando un hombre de 40 años te viola y te convierte en su juguete”, esa palabra se queda corta. También
llorar –cuenta- se la pone dura.
El libro, donde narra su calvario, sufrió un embargo
judicial tras la denuncia de su ex-mujer, que consideraba que lo explícito,
escabroso y sórdido de las descripciones y la dureza del lenguaje agresivo y
directo del texto, podría herir a su hijo. El Tribunal Supremo, después de un
largo proceso judicial, autorizó su publicación con la explicación siguiente en
la sentencia: “Una persona que ha sufrido
del modo en que el apelante ha sufrido y que ha luchado para hacer frente a las
consecuencias e su sufrimiento de la forma en que él ha luchado, tiene derecho
a hablarle al mundo sobre todo ello.”
Su autobiografía se compone de violaciones (desde los
siete años), drogas, alcohol, autolesiones, intentos de suicidio, psiquiátricos,
pérdidas y rupturas. Todo lo cual pone de relieve la fragilidad del ser humano
y la milagrosa superación de esta terrible existencia gracias a la música. El
deseo del autor de que el libro “ojalá
sirva para que otros aprendan de él lo que nunca debería experimentar un ser
humano”, me trae a la memoria el didactismo del Arcipreste de Hita en el Libro de Buen Amor, en el que bajo la
intención de invitar al lector a practicar el “buen amor”, explicita con
jugosas anécdotas medievales en que consiste el “loco amor”, ese que deben
evitar los lectores a quienes se está aleccionando. Me lo recuerda solo por la
intención didáctica, nada más, porque el contenido de Instrumental no despierta ni una leve sonrisa. He tardado en leerlo
porque tenía que respirar y rehacerme del impacto de lo leído, antes de
continuar con el capítulo siguiente.
“Me violaron a los seis años. Me internaron en
un psiquiátrico. Fui drogadicto y alcohólico. Me intenté suicidar cinco veces.
Perdí la custodia de mi hijo. Pero no voy a hablar de eso. Voy a hablar de música. Porque Bach me salvó
la vida. Y yo amo la vida”- son las tremendas palabras
del autor, James Rhodes, en la contraportada del libro.
La
composición musical que inicia cada capítulo, está unida y relacionada a alguna
situación de su vida que no relata linealmente sino que a veces avanza en el
tiempo, a veces retrocede en esta durísima cadena de confesiones: victimismo,
tristeza, autodestrucción… en la que también cabe el amor, la amistad y la
vida. Y sobre todo ello su pasión terapéutica por la música y el piano. J.
Rhodes transmite al lector la pasión de su vida, la música
A
pesar del orden en capítulos de la obra, hay dos partes bien diferenciadas: la
que habla de la música, derribando prejuicios, y la que habla de su vida, confesión
con la que se desahoga, ambas perfectamente imbricadas.
Como anuncia la propaganda comercial:
‘Instrumental’ no os dejará indiferentes: lo odiaréis o lo amaréis.