viernes, 14 de febrero de 2014

Barcarola. Historia de un nombre.


Corría el invierno de 1979. Dos profesores, Juan Bravo Castillo y Encarnación García de León, sueñan con crear una revista literaria. Y el sueño se hace realidad. Se planifica el formato y se busca inmediatamente un nombre. En el nº 13, piso 13 del barrio de "La Pajarita", se reúnen habitualmente Juan Bravo, Rafael Trigueros, Justo Reino, Encarnación García de León, y otros asistentes circunstanciales como Ramón Bello Serrano, cuya presencia era inestimable sin duda, no solo por sus gustos literarios sino también por sus relaciones sociales, culturales y económicas con la ciudad. Además estaban las que habitaban el piso, compañeras de trabajo y de intereses literarios.
Se da vueltas a nombres para la revista. Cuaja el primero, "Alcaraván", que pronto se desecha porque Juan trae la noticia de que el nombre ya estaba registrado. Después surge "Mandrágora", y ocurre lo mismo: Juan regresa de nuevo con la noticia de que también estaba ya registrado. En esta tesitura, un buen día, Justo Reino, coge un libro de Neruda, al azar, y lo abre por el poema "Barcarola", y lo lee con su voz fuerte, segura y dominando la situación:

Si solamente me tocaras el corazón, 
si solamente pusieras tu boca en mi corazón, 

tu fina boca, tus dientes, 
si pusieras tu lengua como una flecha roja 
allí donde mi corazón polvoriento golpea, 
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando, 
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de tren con sueño, 
como aguas vacilantes, 
como el otoño en hojas, 
como sangre, 
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo, 
sonando como sueños o ramas o lluvias, 
o bocinas de puerto triste; 
si tú soplaras en mi corazón, cerca del mar, 
como un fantasma blanco, 
al borde de la espuma, 
en mitad del viento, 
como un fantasma desencadenado, a la orilla del mar, llorando. 

Como ausencia extendida, como campana súbita, 
el mar reparte el sonido del corazón, 
lloviendo, atardeciendo, en una costa sola, 
la noche cae sin duda, 
y su lúgubre azul de estandarte en naufragio 


En la tertulia literaria, todos nos quedamos impactados: el amor, siempre el amor triunfa en los espíritus jóvenes. "¿Y el nombre de Barcarola, os gusta?" -pregunta Justo. "Nos encanta" -respondemos todos. Y otra vez inicia Juan su aventura burocrática hasta que llega la gran noticia: "Aceptado". Se llamará Barcarola. Nuestra hija ya tiene nombre. Y en ese piso 13 del número 13, nació.
Luego fue llevada a insignes bibliotecas y asumida por importantes personajes. Pero nació pobre, en un piso alquilado por profesoras de instituto, donde se celebraban imponentes tertulias literarias, que nunca, ninguno de los allí reunidos olvidará, aunque la memoria juegue a veces malas pasadas, o aunque algún recalcitrante desmemoriado, obstaculice con su insistencia el paso a la verdad.

2 comentarios:

Jose Martínez dijo...

Precisamente por nacer pobre, siempre vivió con dignidad. Enhorabuena por tu blog, Nani. Te leo.

Anónimo dijo...

Lo sé. Gracias Jose.