viernes, 9 de octubre de 2015

Cartas. Día mundial del Correo

Hoy, 9 de octubre de 2015, se celebra una curiosa onomástica: el Día Mundial del Correo. Como casi todo en esta sociedad actual, que va tan acelerada,  esta celebración queda ya obsoleta. 
El 9 de octubre de 1874, el Tratado de Berna permitió unificar dispares reglamentos postales en un territorio postal único. El Día Mundial del Correo fue declarado por el Congreso de la Unión Postal Universal (UPU) celebrado en Tokio (Japón) en 1969. 
Primero fue el correo electrónico: a través de los e-mail recibíamos noticias de nuestros amigos y familiares. Ahora es el whatsap el que con mensajes superbreves nos mantiene en contacto con todos ellos. es una nueva manera de escribir cartas ágiles
¿Dónde queda el correo?  ¿Aquellas larguísimas cartas que leíamos una y otra vez y que nos despertaban una imponente sonrisa? Esas cartas que empezaban con "Mi amor, te quiero tanto..." y leíamos y releíamos hasta la saciedad. Aún hay quienes guardan esas bellas misivas aunque la persona que las enviaba ya esté fuera de sus vidas. La carta se mantiene en su nostálgica trinchera. 
Las cartas han tenido diferentes soportes: madera, pizarra, barro, piedra, papiro o papel. Su auge, su mayor dimensión social, acontece en el siglo XVI debido al crecimiento del alfabetismo y a la necesidad de comunicación que surge de los conflictos militares de España en Europa o la colonización de America. A partir de 1980, la correspondencia es una escritura minoritaria,  las cartas sufren una agonía de la que no se han recuperado. 
Hemos de reconocer que en las cartas, en los epistolarios, se nos mostraba la verdad más íntima de su autor, se nos desvelaban los sentimientos que en dos líneas de un e-mail o de un whatsap, difícilmente  se pueden expresar. Si el autor de las cartas es un escritor, pintor o personalidad reconocida, aún tiene más valor el reconocimiento de sus sentimientos que nos desvelan las claves de su obra. 
De todo ello da buena cuenta el número 248 de la revista Litoral, revista nacida en 1926, en Málaga a manos de Emilio Prados y Manuel Altolaguirre (de la Generación del 27). Después de varios intentos de renacimiento, la revista resurgió en la primavera de 1968, con José María Amado quien reivindica el papel histórico de la Generación del 27 tras tantos años de silencio y de persecución de la cultura oficial. A partir de ese momento Litoral se convierte en una revista monográfica que recoge, por ejemplo, en el número 248, ya citado, el contenido de curiosas cartas y diversas reproducciones pictóricas en las que se representa un personaje con una carta entre las manos.  
Las cartas son de muy variado contenido: desde las lascivas de  James Joyce a su amada Nora Barnacle (8 de diciembre de 1909) o la correspondencia ardiente entre Paul Eluard y  Gala o Ernest Hemingway y Marlene Dietrich o Jean Paul Sartre y  Simone de Beauvoir, hasta las que plantean temas cotidianos como las que se cruzan entre  Pedro Salinas y Jorge Guillén, o proyectos literarios como la proposición de un monográfico sobre Andalucía que Sebastian Gascó hace a Federico García Lorca, etc.
Reproducimos, a continuación, la carta que reúne texto y pintura escrita por Benjamín Palencia a Emilio Prados y Federico García Lorca (recogida en la revista Litoral citada):
El Correo ha dejado auténticas obras de arte, piezas literarias, artísticas y desde luego de un gran contenido sentimental, en el amplio sentido de la palabra.

martes, 22 de septiembre de 2015

Poesía. Ateneo Albacetense 2015




Premio de Poesía “Elías López Roldán

El día 12 de septiembre se celebra, en la sede del Ateneo de Albacete, el acto de entrega de la Segunda Edición del Premio de Poesía “Elías López Roldán” (organizado en recuerdo al Vicepresidente y Vocal de Cultura del Ateneo albacetense, buen profesional y mejor persona). 
Resultó premiado el poemario titulado “Cuaderno de Holanda” de José Luis García Herrera (de Esplugues de Llobregat), que desde 1990 ha reunido una importante colección de premios que jalonan su trayectoria poética.
El jurado, encabezado por la presidenta Dª Carmina Belmonte Useros, reconoció por unanimidad, la extraordinaria calidad del poemario, su fuerza y lirismo, seleccionado entre otros muchos que coincidían en esta 2ª edición en su notable altura poética.
En la entrega del Premio intervino  Dª Mª Antonia Sanabria Hernández quien, fundamentando el valor del premiado con una magnífica crítica literaria, presentó al numeroso público asistente el poemario. Destacó la sensibilidad literaria del poeta. García Herrera, con la excusa de ofrecer un libro de viajes, desnuda su alma al mismo tiempo que detalla y se proyecta en cada rincón del lugar visitado, pletórico de vida en su poesía. No es este libro el primero que escribe en este sentido; Cuaderno de Britania por ejemplo evoca sus visitas a Inglaterra. Su trabajo le facilita objetivamente estos viajes, su espíritu de poeta los convierte en bellas piezas literarias.
Cuaderno de Holanda está estructurado en cuatro bloques, escritos en verso libre que otorga fluidez a la expresión : 1. En el laberinto de Ámsterdam”,  2. “Cafés y Fotografías”,  3. “Huellas en la bruma”,  4. “Tierras de agua”.
Sintiéndose a sí mismo como un extraño en Leidseplein  (Amsterdam), surgen sus versos reflexivos: “Un extraño es un hombre perdido / en la neblina de sí mismo (…) Un extraño es un hombre que recorre las calles / malgastando las arcas de su tiempo (…) Un extraño es un poeta a la deriva de la sangre” (…)
El paso del tiempo, la muerte, el amor, la memoria ("ráfagas de luz a través del túnel de la muerte"), son los temas en los que su poesía incide reiteradamente a través de sus localizaciones temporales que transmiten emociones. Todo lo engloba en el símbolo de la vida: “… por muy mal que vengan repartidas las cartas, el agua siempre halla una salida para seguir viajando / al trote sincero que propone la vid” (en “Tierras de agua”, "La vida es agua que pasa y regresa siempre" (en "Memoria de la lluvia").
Es curioso el juego de palabras que se obtiene a veces de la lectura poética oral. En "Poema en el bolsillo", hay un verso (11) que da lugar a una sustanciosa equivocación. Tras nombrar ese puñado de versos que lleva en el bolsillo el poeta, esas verdades que duda en enseñar para ser juzgadas, "para que otros descubran la fractura de hielo / que no logro disfrazar tras las palabras", escuché en su lectura en voz alta la confusión fonética, al leer "descifrar" en lugar de "disfrazar". No lo percibió el poeta, tal vez porque es un verso de ida y vuelta y tal vez contiene ambos sentidos.
Si yo entiendo que el poeta trata de "disfrazar" tras las palabras esa fractura de hielo, interpreto que el poeta trata de modificar su apariencia para que no sea obvia la realidad que se cuela entre los versos. En cambio, si yo entiendo que el poeta trata de "descifrar" con palabras esa fractura de hielo, interpreto que el poeta trata de llegar a comprender o interpretar el significado de esa fractura que fácilmente se ofrece los ojos del lector.
El poeta escribe "disfrazar". Queda dicho.
¡Enhorabuena por Cuaderno de Holanda!


martes, 1 de septiembre de 2015

Lorenzo Silva. Música para feos.

Somos feos pero tenemos la música” es el verso de Leonard Cohen que da pie al título de esta novela. El núcleo, el motor narrativo es el desarrollo de un sentimiento amoroso que  relata desde su origen una voz femenina, la de la narradora. La música (cita fragmentos de la letra de 21 canciones) está presente en cada uno de los encuentros, sirviendo de mensaje entre la pareja de personajes; la música se utiliza como metáfora de sus sentimientos amorosos. La relación avanza con esas citas de canciones que le van dando sentido.
Importa el desarrollo de los sentimientos, por eso la narradora insiste en que no va a desentrañar sus complejos sentimientos y en ningún caso se va a distraer relatando sus “batallas sexuales”.  Lo que quiero contar –dice- dejando a la imaginación y a la preferencia de cada cual los detalles concretos, son las sensaciones con que se fue armando mi convicción de que aquel hombre era el hombre
La historia resulta original y convincente. A ella la conocemos bien, en cambio la personalidad de él está rodeada de un secreto que hasta el final no se desvela, por lo que se mantiene cierto interés e intriga.
Un par de elementos narrativos me llaman la atención. El primero es el uso literal de diálogos on-line que mantienen la pareja a través de Skype, en un momento de la historia en que están alejados uno de otro. Ya tanteó este terreno Lorenzo Silva en su novela El Blog del Inquisidor (Destino, 2008) en el que se reunía el espacio virtual de Internet y el hallazgo de un blog, junto al recurso tradicional del “manuscrito encontrado” que nos remite a una novela histórica situada en tiempos de la Inquisición, en el siglo XVII (http://www.revistadeletras.net/habitos-del-hombre-actual-en-la-novela-internet-y-correo-electronico/). Sin embargo estos diálogos, por alguna razón carecen de emoción.

El segundo elemento narrativo, interesante, es la reflexión sobre la vida y la felicidad. Tal como transcurren los acontecimientos, la protagonista da su opinión sobre la vida: “Lo que cuenta es ese instante, la aventura fugaz que se nos concede, cómo la vivimos y la recordamos mientras se nos da la oportunidad” (p. 145). Lorenzo Silva disfruta contando la felicidad de encontrar a quien amar con pasión, sea cual sea el desenlace de la historia. Sin embargo insiste en el hecho de que lo narrado es pura ficción que nada tiene que ver con personajes reales. Insiste en ello porque la historia tiene un gran margen de credibilidad, y de emoción cuando plantea cómo el alma es un “amasijo de emociones” que hace que unos ojos acostumbrados a fijar el blanco tras la mira del fusil, se empañen de lágrimas. E inevitablemente el lector se conmueve ante la formulación de un dilema moral sin respuesta única. No debo decir más.

jueves, 20 de agosto de 2015

Javier Marías. Los enamoramientos

Los enamoramientos y otros estados que lo parecen
Muchas son las reseñas con las que se obsequia cada una de las novelas de Javier Marías, por lo que no la voy a caer en esa tentación. He de hacer hincapié, solamente, en su notable tendencia a la digresión, dentro del hilo de los pensamientos encadenados en las intervenciones de los personajes. La presencia de un muerto en cada una de las novelas de Marías, cuya muerte se ha de desvelar, da lugar a que el narrador se demore en pensamientos de los personajes, a veces hipotéticos, en un juego de argumentación y contrargumentación, con la finalidad de desvelar las causas, los ejecutores, y demás circunstancias que enmarcan la muerte. Además encuentra casos literarios que sirven de referencia al argumento que desarrolla, en este caso la novela de Balzac en la que el Coronel Chabert regresa de entre los muertos, en una inexplicable supervivencia, desbaratando el equilibrio afectivo que ha conseguido su mujer, porque los muertos se convierten en un recuerdo, sin regreso posible a la vida de quienes perdió.
Son estas largas digresiones precisamente, las que enriquecen la novela y, aunque ralentizan la acción, crean notable expectación en el lector. El narrador de Marías, cuando relata la historia, decide “qué revela y qué insinúa y qué calla, cuándo dice la verdad y cuándo mentira o si combina las dos y no permite reconocerlas”. Para conseguir su objetivo debe precisar el significado de las palabras, labor que desarrolla excepcionalmente. La exactitud en los términos (hacer gracia / caer en gracia, enamoramiento / encaprichamiento). Precisamente el título es clave para comprender los razonamientos del narrador y su sentido último.  
El enamoramiento “posee el atractivo de la revelación”, por lo que el enamorado se interesa por cualquier asunto que le interese o del que hable el amado, se siente apasionado por cuestiones y se fija en detalles que antes le pasaban desapercibidos. Nos ponemos a disposición de quien amamos, nos colamos en su cotidianidad con mil pretextos. El enamoramiento “es insignificante, su espera en cambio es sustancial”. Por eso, el narrador establece una precisa diferencia de concepto entre el enamoramiento y otros estados:
Nos hacen mucha gracia muchas personas, nos divierten, nos encantan, nos inspiran afecto y aun nos enternecen, o nos gustan, nos arrebatan, incluso nos vuelven locos momentáneamente, disfrutamos de su cuerpo o de su compañía o de ambas cosas (…) Hasta se nos hacen imprescindibles algunas (…). Puede suplantar el amor, por ejemplo, pero no el enamoramiento, conviene distinguir entre los dos, aunque se confundan no son lo mismo… Lo que es muy raro es sentir debilidad, verdadera debilidad por alguien, y que nos la produzca, que nos haga débiles. Eso es lo determinante, que nos impida ser objetivos y nos desarme a perpetuidad

El enamoramiento es el hilo conductor de la novela.

Hiromi Kawakami. El cielo es azul, la tierra blanca.

Una historia de amor. Premio Tanizaki en 2001
He recorrido un largo camino,
el frío penetra mi ropa gastada.
Esta tarde el cielo está despejado,
¡cómo me duele el corazón!
                       Seihaku Irako

La taberna de Satoru es el lugar de encuentro entre Tsukiko Omachi que tiene unos 40 años y el maestro Harutsuna Matsumoto de 65 años, quien le dio clase de japonés en el instituto.  Se trata del reencuentro entre dos solitarios, unidos por la cerveza y el sake, separados inevitablemente por el desfase de la edad. Ella no tenía ningún recuerdo significativo de su maestro ni le entusiasmaban sus clases, ni había vuelto a verlo. Coinciden en la taberna de la estación, beben juntos y pagan por separado. Con un desarrollo extraordinariamente lento y sin apenas tensión dramática, Tsukiko, la narradora, relata en primera persona su experiencia interior.
Esta mujer independiente, marca su actitud inconformista acudiendo sola a la taberna, bebiendo y pagándose sus copas, establece un vínculo con el maestro porque no es un hombre que impone, porque merece la pena escucharlo, porque no es una amenaza, la entretiene, desprende autoridad y prestigio y despierta en ella respeto y admiración. En principio solo le llama la atención su voz, “no era muy grave, pero tenía un matiz profundo y vibrante. Al oír aquella voz, me fijé en el hombre de que procedía”- dice Tsukiko.
Este encuentro acaba derivando en un sentimiento amoroso, una “relación formal”, la llama el maestro, “basada en el amor mutuo”:  beben juntos, escriben y leen haikus, juegan al pachinko, hacen excursiones, pero mantienen su distancia. Es una relación basada solo en el amor romántico.
Tsukiko se encuentra con su maestro solo de vez en cuando y sufre ataques de soledad. En uno de ellos entona una canción de invierno y al llegar a la tercera estrofa no recuerda los últimos cuatro compases. Antes de que se eche a llorar, aparece el maestro y completa la letra de esos compases. El título de la novela es el último verso que ella recuerda cuando la canta.
El maestro es un misterioso personaje zen, delicado, que parece establecer entre Tsukiko y su mujer fallecida una especie de karma, en el sentido de que hay una conexión con su vida anterior, algo parecido a una reencarnación, parece creer. Karma, como término budista, es comprendida como la energía que todos nos llevamos de nuestras vidas anteriores y que condiciona nuestras vidas futuras.
El maestro es la clave en el desarrollo narrativo. Casi todos los capítulos comienzan haciendo una referencia a él. Tsukiko relata, ordenado en el tiempo, el desarrollo de su aprendizaje, reflejando con ello la creencia budista de su maestro, de que la vida es un camino y hay que manejar con delicadeza esas etapas de la vida. Se representan las etapas de esta ruta en espacios simbólicos que constituyen el itinerario marcado por el maestro: el mercado, el bosque donde buscan setas, la fiesta anual del picnic de primavera, el salón de juegos, el cementerio en la isla (donde está enterrada su esposa y, en un ritual acto simbólico, el maestro cierra un ciclo y abre otro), el museo de arte, el acuario y en su cuarto (escena final). La historia transcurre con la presencia constante de las costumbres japonesas. Dado que los dos personajes principales pasan mucho tiempo juntos comiendo y bebiendo es comprensible que se nombren numerosas japonesas, más cuando se muestra  cómo disfruta Tsukiko con la comida (tofu hervido con bacalao y crisantemo, pepinos con pulpa de ciruelas saladas, rodajas de berenjena fresca con jengibre y salsa de soja, repollo condimentado con salvado de arroz, sashimi, cocido con nabo y albóndigas de pescado, oreja marina en salsa de soja con wasabi, etc.)
Muchos de los capítulos terminan con la presencia de la naturaleza, simbólica o real: un árbol, el alcanforero que susurra “ven, ven” a los pájaros que agitan sus ramas; las flores del cerezo que “parecen transparentes bañadas por la blanca luz de la luna”; el maestro y Tsukiko que siguen caminando despacio “embriagados por los efluvios primaverales que flotaban en el ambiente. La luna dorada brillaba el cielo”. Y no solo hay lirismo en la descripción de la naturaleza al final de los capítulos, sino que este lirismo enmarca el fluir de los dos protagonistas por los espacios simbólicos que constituyen la ruta del aprendizaje, que antes se mencionaban.

lunes, 27 de julio de 2015

Bariloche de Andrés Neuman

 Así es cómo sobreviven los agotados
Con esta frase procedente de un ensayo de John Berger, con la que se presenta la novela, el propio Neuman explica cómo fue el punto de partida de su idea a partir de leer el ensayo. Los explotados, demasiado cansados tras el trabajo, sienten un traicionero bienestar ante pequeños placeres como dormir, comer o hacer puzzles como el protagonista.
Esta novela corta es la primera de Neuman (1999), Finalista del XVII Premio Herralde de Novela. Se trata de la historia de dos hombres, basureros nocturnos en Buenos Aires, uno, el Negro, mantiene a su familia con varios empleos; otro, Demetrio, soltero, vive en una caída libre hacia la autodestrucción.
Se trata de una novela estructurada en capítulos breves, algunos muy breves, en total 65, mediante los cuales se compone el puzzle de la cotidianeidad asfixiante de estos dos personajes y de la ciudad en la que viven.
Los fragmentos ofrecen un conjunto de voces narrativas: el yo en primera persona de Demetrio es la voz dominante, completada por la voz del Negro, la de Verónica (esposa del Negro y amante de Demetrio) y la del narrador-descriptor. Curiosamente, incluso se distinguen por el habla: español correcto para el narrador, español porteño en los demás personajes argentinos. Así le dice el Negro a Demetrio, de su mujer, cuando intuye que ha tenido una relación con otro hombre, sin imaginar que ese hombre es Demetrio:
“¿Sabés lo que pasa? Que yo a mi mujer la veo escarmentada, hacerme caso che bien junadita la tengo. La pobre se la bancó bien, yo le armé todo el quilombo que quise y le grité una noche entera y ella escuchando nomás sentadita, bien piola.” (p. 21)
El desarraigo, la pérdida, la alienación son los temas sobre los que reflexiona el autor en ese camino hacia la autodestrucción. Yo pienso que a lo mejor se forma una familia para intentar matar la orfandad que cada uno sufre desde que nace” (p. 52). Demetrio no llega a constituir una familia, e incluso huye del compromiso y de la insistencia de su amante porque, a lo largo de su existencia, va desarrollando la sospecha “de que en la vida, para algunos, los tiempos no cambiaban nunca” (p. 75).
Demetrio arma puzzles, cada tarde, que sirven para dar voz a su memoria. Es una  actividad que de joven consideraba una “taradez” porque no entendía la finalidad, ni el disfrute de perder el tiempo cuando faltan horas, para reconstruir un paisaje que ya venía construido en la tapa. El autor utiliza este entretenimiento para poner en boca del personaje una reflexión que lo caracteriza en esa carrera de su vida cuesta abajo: cuando te parece que las horas no pasan, que no es la última (…) entonces encontrar algo para hacer, sobre todo si es algo que signifique orden, es nada menos que la salvación de la locura” (p. 37)
El vertedero forma parte de su cotidianeidad, no solo porque trabaja recogiendo basuras sino porque le parece la “fosa común de todas las ciudades” (p. 83) y lo observa sintiéndose parte de él; por eso exclama sorprendido: “Dios santo, cómo podía haber tanta, tanta mierda” (p. 84).
Frente a esto, el narrador pone el contraste con sus descripciones de postal del lugar en el que se desarrollan los hechos, Bariloche. Al inicio de la novela, recoge la localización y los datos objetivos exactos de esta bella localidad argentina, situada en la orilla meridional del lago Nahuel Huapí, provincia de Río Negro. En siguientes fragmentos, el narrador-descriptor, adopta un tono lírico para esas poéticas descripciones, fragmentos exclusivamente descriptivos que intercala entre los narrativos y que, según afirmaciones del propio Neuman, escribe en prosa camuflando en ella la métrica del verso clásico. Representa el contraste entre la naturaleza mítica de Bariloche con sus araucarias, y su amancay frente el aspecto urbano de la ciudad.
El lenguaje literario impregna ambos mundos. No solo el mítico lago con su horizonte recortado por “dorsales nervudos de la gran cordillera”, “un gigantesco reptil óseo” (p. 21), sino también aquellos detalles carentes de belleza de las basuras de la ciudad que rodean a los basureros: “con las bolsas de nylon negras a sus pies igual que un ejército de sucias moscas” (p. 3). Lo mismo sucede con los paisajes urbanos, así observa “cómo emergían las personas de la boca de metro de Lacroze: salían vomitadas a la calle y seguían dando pasos a la intemperie” (p. 8), o como el garaje de los camiones de basura “parecía un siniestro tanatorio de elefantes” (p. 12), y como “las persianas, como lentos párpados de gigante, dejaron ver un cielo lácteo” (p. 19).
En resumen, se trata de una novela conmovedora que recibió elogiosos comentarios en su publicación. Resulta muy interesante recuperar su lectura.



lunes, 6 de julio de 2015

El día antes de la felicidad de Erri de Luca

Desde el comienzo de esta novela en primera persona, los sentimientos del lector afloran a la par que los del personaje. El joven huérfano no tiene más contacto con el mundo que su cuartucho en el orfanato; por eso es capaz de describir el colegio y su maestro como algo sorprendente: “ Era algo hermosísimo un hombre que les explicaba a los niños los números, los años de la historia, los lugares de la geografía”. Es un colegio en que conviven pobres y ricos pero con grandes diferencias sociales, los pobres reciben un trozo de pan con mermelada de membrillo a media mañana, llevan en primavera la cabeza rapada para evitar piojos, secan la tinta de la plumilla soplando, etc., mientras los ricos traen su bocadillo de casa, conservan el pelo y secan la tinta con papel secante. Incluso en este último acto, Erri de Luca carga la acción de sentido poético; el gesto de los pobres era más hermoso, “levantaba viento sobre la hoja extendida” mientras que los ricos “aplastaban las palabras bajo la cartulina blanca”.
En el aprendizaje vital de este huérfano está don Gaetano también huérfano, quien le enseña a jugar partidas de cartas en su portería, cuyo cristal “era una lupa de filatélico” y lo educa con profundas reflexiones. Y el librero don Raimondo con quien despierta su pasión por la lectura, para quien “el vacío de cara a una pared, dejado por una librería vendida, es el más profundo que conozco”.
 Culmina cuando cuaja el descubrimiento del amor y del sexo, cuando  explotan las emociones, cuando se concluye el relato de la rebelión de Nápoles que acaba con la ocupación alemana. Es entonces cuando deja atrás la adolescencia y comienza una nueva etapa en la que tiene cabida la violencia, la emigración.
El título de la novela se explica apenas empezamos a leerla (p. 26) Es el judío que esconde don Gaetano de los alemanes quien le encarga que tire una piedra al agua en su nombre, por si él no puede hacerlo en su fiesta de fin de año judío, en septiembre. Con este gesto se libera de sus culpas y empieza un año nuevo. Ojalá, dice, “que hoy sea el día antes de la felicidad”.  Y repite la idea en otros momentos de la novela, que son realmente precursores de la felicidad.
Son muy interesantes las reflexiones que se desgranan a lo largo de la historia: La taberna es mejor que el teatro, en cada mesa hay una comedia. Tragedias no, en la taberna solo hay representaciones ligeras, quien tiene problemas graves por allí no aparece”. “La libertad tiene uno que ganársela y defenderla. La felicidad, no: es un regalo, no depende de si uno es un buen portero y para los penaltis.”
Y no solo las reflexiones, los diálogos de amor, entre el joven sin nombre y su amada, deuda pagada a la infancia, son tan espontáneos, tan frescos, y tan originales que el lector se entrega a ellos sin reparos.
Incluso las expresiones napolitanas que, sobre todo al final abundan, tiene un sentido insustituible y perfectamente claro. En conjunto el relato es desordenado, no sigue un hilo cronológico. Son los dos personajes, el muchacho y don Gaetano quienes sirven de hilo conductor. No hay capítulos sino secuencias de la vida de estos personajes, sentimientos, acciones, reflexiones y un interesante marco narrativo.En suma una novela muy interesante.