miércoles, 13 de febrero de 2019

ESPERPENTOS DIARIOS. 27. ¿Dónde están los profesionales?

- Cariño, ¿Cambiamos la cama?
Vamos a comprar un canapé para poder guardar los edredones sin tener que subir a una escalera para bajarlos del altillo. Ya aprovechamos y cambiamos el colchón. Ya es hora de comprar colchón nuevo. Voy a una tienda Flex, compro ambas cosas y llega el día esperado, esa tarde iban a traer mi pedido.
-¿Eso es lo que he comprado? -le pregunto al transportista, cuando lo veo instalado, alucinada ante la altura de la cama.
- Le ocurre a mucha gente -me responde- en la tienda no parece tan alta, como hay techos muy altos, pasa algo desapercibido.
Si habéis visto el sepulcro de los Reyes Católicos en la Sala de la Capilla Real de Granada, entenderéis lo que digo. Cuando lo vi, pensé ¿por qué no han bajado un metro del nivel del suelo? No veo las estatuas yacentes de los Reyes. Pues bien, la cama era así, un catafalco impresionantemente alto. Os lo muestro:
No os engaña la vista, me colgaban las piernas, no llegaban al suelo, ni siquiera a mitad del canapé. Voy a la tienda a reclamar:
- Es lo que usted ha elegido. No hay cambios- me contesta la empleada, muy segura de su atención al cliente.
- Bien, me voy a Consumo. El colchón lo elegí aunque me pareció demasiado alto, incluso tuve que comprar a ustedes nuevas sábanas, pero ¿el canapé?
- No, no, no se le puede cambiar.
- Ustedes me han engañado. Viendo mi estatura y mi edad ¿cómo me pueden endosar una cama de 73 cm. de altura?
- Usted la vio y le pareció bien.
- Sí, la vi, pero también veo en una tienda de ropa, pantalones, chaquetas o vestidos y jamás un vendedor me ha querido colocar uno de la talla 34 o de la talla 60, porque el buen vendedor se fija en la necesidad del comprador. Mire usted, aunque se ha usado el colchón gigante dos noches con protector, entiendo que por higiene no lo cambien, pero el canapé gigante que ni lo he tocado... ¡No lo quiero!
-  Pues todo el mundo lo compra ahora.
- Usted se referirá a los jóvenes de metro noventa, con treinta años, que se van a vivir con su pareja ¿no?  ¿Se imagina usted a su madre trepando todas las noches para poder ascender a su cama? Esto lo resolveremos en Consumo o en el Juzgado, no le quepa duda. ¡Ustedes no me han engañado, se están riendo de mí! 
Me fui indignada. Al día siguiente le llevé la anterior foto a la magnífica vendedora. ¿Se imagina a su madre? -le pregunté. No se preocupe, me dijo, veremos qué se puede hacer. Tal vez podamos cambiar el canapé cobrándole el nuevo transporte y montaje del mismo.
- ¿Qué me está diciendo? Ni se les ocurra cobrarme por un error de venta suyo. ¡Les voy a denunciar por reírse de mí!
Al final me cambiaron el canapé por otro de menor altura y no me aplicaron la penalización. La cama sigue siendo alta aunque no es el catafalco anterior pero indudablemente me gustaría deshacerme de ella. 
Y ahora llega la segunda parte: debo cambiar las mesitas, se han quedado tan bajas que ni se ve el reloj despertador, ni es fácil de llegar al interruptor de la lámpara, ¡es una verdadera aventura! y para abrir los cajones hay que arrodillarse. ¿Qué mala idea fue introducir en casa ese maldito artefacto llamado canapé gigante. Me voy a un establecimiento, compro otras dos mesitas altas y una cómoda, las pago, pago por adelantado el transporte  y espero a que me las traigan.
Pasados unos días me llaman por teléfono:
-  Dígame
- Buenos días, mire, llamábamos para que sepa que no le hemos mandado el pedido porque no hay cómoda como la que eligió.
- Ah, o sea, ¿vendieron ustedes la que yo elegí?
- No se preocupe señora, están las mesitas y tengo una cómoda que yo mismo, sin cobrarle nada, se la voy a montar y se la envío enseguida.
- Oiga, pero ¿son iguales? –se me ocurre preguntar.
- Bueno, no exactamente, pero apenas se nota. La apertura de los cajones va hacia abajo en vez de hacia arriba como la de las mesitas. Hoy mismo le envío el pedido.
- Ni se le ocurra enviarme nada. No he comprado un saldo. Prepare usted la devolución de la factura y del transporte que esta tarde paso a recuperar mi dinero.
- También podemos enviar las mesitas y a mediados de enero esperamos unas cómodas iguales.
- Mire, no quiero esperarme ni pagar dos transportes. Prepare usted la devolución. No era el momento de renovar el dormitorio, no. Tardaré mucho en volver a arriesgarme a realizar otro cambio innecesario. 
¡Cariño!, enseguida tenemos que cambiar la cama, ¿no te parece?   

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