Los enamoramientos y otros estados que lo parecen
Muchas son las reseñas con las que se
obsequia cada una de las novelas de Javier Marías, por lo que no la voy a caer
en esa tentación. He de hacer hincapié, solamente, en su notable tendencia a la digresión,
dentro del hilo de los pensamientos encadenados en las intervenciones de los
personajes. La presencia de un muerto en cada una de las novelas de Marías,
cuya muerte se ha de desvelar, da lugar a que el narrador se demore en
pensamientos de los personajes, a veces hipotéticos, en un juego de
argumentación y contrargumentación, con la finalidad de desvelar las causas,
los ejecutores, y demás circunstancias que enmarcan la muerte. Además encuentra
casos literarios que sirven de referencia al argumento que desarrolla, en este
caso la novela de Balzac en la que el Coronel Chabert regresa de entre los
muertos, en una inexplicable supervivencia, desbaratando el equilibrio afectivo
que ha conseguido su mujer, porque los muertos se convierten en un recuerdo,
sin regreso posible a la vida de quienes perdió.
Son estas largas digresiones
precisamente, las que enriquecen la novela y, aunque ralentizan la acción,
crean notable expectación en el lector. El narrador de Marías, cuando relata la
historia, decide “qué revela y qué insinúa
y qué calla, cuándo dice la verdad y cuándo mentira o si combina las dos y no
permite reconocerlas”. Para conseguir su objetivo debe precisar el
significado de las palabras, labor que desarrolla excepcionalmente. La
exactitud en los términos (hacer gracia /
caer en gracia, enamoramiento /
encaprichamiento). Precisamente el título es clave para comprender los
razonamientos del narrador y su sentido último.
El enamoramiento “posee el atractivo de la revelación”, por lo que el enamorado se
interesa por cualquier asunto que le interese o del que hable el amado, se
siente apasionado por cuestiones y se fija en detalles que antes le pasaban
desapercibidos. Nos ponemos a disposición de quien amamos, nos colamos en su
cotidianidad con mil pretextos. El enamoramiento “es insignificante, su espera en cambio es sustancial”. Por eso, el
narrador establece una precisa diferencia de concepto entre el enamoramiento y
otros estados:
“Nos
hacen mucha gracia muchas personas, nos divierten, nos encantan, nos inspiran
afecto y aun nos enternecen, o nos gustan, nos arrebatan, incluso nos vuelven
locos momentáneamente, disfrutamos de su cuerpo o de su compañía o de ambas
cosas (…) Hasta se nos hacen imprescindibles algunas (…). Puede suplantar el
amor, por ejemplo, pero no el enamoramiento, conviene distinguir entre los dos,
aunque se confundan no son lo mismo… Lo que es muy raro es sentir debilidad,
verdadera debilidad por alguien, y que nos la produzca, que nos haga débiles.
Eso es lo determinante, que nos impida ser objetivos y nos desarme a
perpetuidad”
El enamoramiento es el hilo conductor de
la novela.
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