He recorrido un largo camino,
el frío penetra mi ropa gastada.
Esta tarde el cielo está despejado,
¡cómo me duele el corazón!
Seihaku Irako
La taberna de Satoru es el lugar de
encuentro entre Tsukiko Omachi que tiene unos 40 años y el maestro Harutsuna
Matsumoto de 65 años, quien le dio clase de japonés en el instituto. Se trata del reencuentro entre dos
solitarios, unidos por la cerveza y el sake, separados inevitablemente por el
desfase de la edad. Ella no tenía ningún recuerdo significativo de su maestro
ni le entusiasmaban sus clases, ni había vuelto a verlo. Coinciden en la
taberna de la estación, beben juntos y pagan por separado. Con un desarrollo
extraordinariamente lento y sin apenas tensión dramática, Tsukiko, la
narradora, relata en primera persona su experiencia interior.
Esta mujer independiente, marca su
actitud inconformista acudiendo sola a la taberna, bebiendo y pagándose sus
copas, establece un vínculo con el maestro porque no es un hombre que impone,
porque merece la pena escucharlo, porque no es una amenaza, la entretiene,
desprende autoridad y prestigio y despierta en ella respeto y admiración. En
principio solo le llama la atención su voz, “no era muy grave, pero tenía un matiz profundo y vibrante. Al oír
aquella voz, me fijé en el hombre de que procedía”- dice Tsukiko.
Este encuentro acaba derivando en un
sentimiento amoroso, una “relación formal”,
la llama el maestro, “basada en el amor
mutuo”: beben juntos, escriben y
leen haikus, juegan al pachinko, hacen excursiones, pero mantienen su distancia.
Es una relación basada solo en el amor romántico.
Tsukiko se encuentra con su maestro solo de
vez en cuando y sufre ataques de soledad. En uno de ellos entona una canción de
invierno y al llegar a la tercera estrofa no recuerda los últimos cuatro
compases. Antes de que se eche a llorar, aparece el maestro y completa la letra
de esos compases. El título de la novela es el último verso que ella recuerda
cuando la canta.
El maestro es un misterioso personaje zen,
delicado, que parece establecer entre Tsukiko y su mujer fallecida una especie
de karma, en el sentido de que hay una conexión con su vida anterior, algo
parecido a una reencarnación, parece creer. Karma, como término budista, es comprendida
como la energía que todos nos llevamos de nuestras vidas anteriores y que
condiciona nuestras vidas futuras.
El maestro es la clave en el desarrollo
narrativo. Casi todos los capítulos comienzan haciendo una referencia a él.
Tsukiko relata, ordenado en el tiempo, el desarrollo de su aprendizaje,
reflejando con ello la creencia budista de su maestro, de que la vida es un
camino y hay que manejar con delicadeza esas etapas de la vida. Se representan
las etapas de esta ruta en espacios simbólicos que constituyen el itinerario
marcado por el maestro: el mercado, el bosque donde buscan setas, la fiesta
anual del picnic de primavera, el salón de juegos, el cementerio en la isla
(donde está enterrada su esposa y, en un ritual acto simbólico, el maestro
cierra un ciclo y abre otro), el museo de arte, el acuario y en su cuarto
(escena final). La historia transcurre con la presencia constante de las
costumbres japonesas. Dado que los dos personajes principales pasan mucho
tiempo juntos comiendo y bebiendo es comprensible que se nombren numerosas
japonesas, más cuando se muestra cómo
disfruta Tsukiko con la comida (tofu hervido con bacalao y crisantemo, pepinos
con pulpa de ciruelas saladas, rodajas de berenjena fresca con jengibre y salsa
de soja, repollo condimentado con salvado de arroz, sashimi, cocido con nabo y
albóndigas de pescado, oreja marina en salsa de soja con wasabi, etc.)
Muchos de los capítulos terminan con la
presencia de la naturaleza, simbólica o real: un árbol, el alcanforero que susurra
“ven, ven” a los pájaros que agitan
sus ramas; las flores del cerezo que “parecen
transparentes bañadas por la blanca luz de la luna”; el maestro y Tsukiko que
siguen caminando despacio “embriagados
por los efluvios primaverales que flotaban en el ambiente. La luna dorada
brillaba el cielo”. Y no solo hay lirismo en la descripción de la
naturaleza al final de los capítulos, sino que este lirismo enmarca el fluir de
los dos protagonistas por los espacios simbólicos que constituyen la ruta del
aprendizaje, que antes se mencionaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario