“La vida es sufrimiento y desengaño, confórmate con eso”
Esta novela, considerada por la
crítica y los lectores islandeses como su mejor novela, viene avalada por
anteriores novelas de la escritora islandesa, cargadas de premios y
reconocimiento (La mujer es una isla,
Rosa cándida)
Comienza con la celebración de
fin de año, momento en que, con la copa de champán en la mano, el marido, tan
detallista siempre, comunica a la voz narradora, su esposa, “tú serás la última mujer de mi vida”
(p.5) y le anuncia que se va a vivir con su amante con quien mantiene
relaciones desde hace un año.
¿sería mejor bajo la lluvia o tiene que
esperar a que esté despejado?, ¿podría mi marido salir del armario el día más
cálido de agosto que se recuerde, o cuando tenga otitis uno de los mellizos, o
en el aniversario de bodas de mis suegros?, ¿puede decirlo en cuanto ponga el
primer salmón del verano, recién pescado, en la parrilla?, ¿puede una persona
estar completamente desnuda, al salir de la ducha, o tiene que estar
completamente vestida a la hora de oír la verdad?, ¿es mejor nada más abrir los
ojos, todavía en la cama?, ¿habría sido mejor el martes que la noche del
jueves? (p. 29)
¿Cuándo es el momento adecuado
para decir la verdad?
En este intermedio tan confuso
se hace presente Perla, su vecina, enana, consejera matrimonial, escritora de
novela negra para un conocido escritor cuyo nombre nunca ha revelado, que se
convierte en una presencia constante, con cualquier pretexto, escribiendo
cuanto observa.
La voz de la narradora cuenta
lo que le ocurre, en primera persona, durante toda la novela, dando entrada a
la caracterización de los demás personajes mediante los diálogos y trayendo al
presente recuerdos del pasado. La brevedad de los capítulos (setenta y cinco en
total) consigue dotar a la narración de gran fluidez, representando el
segmentado proceso mental de la voz narradora.
Su primera decisión es llevar a
su hijo, mellizo de una niña de dos años y medio, a la peluquería para cortar sus
rizos rubios y entrenar su masculinidad, deja de llamarle Bambi para utilizar
su nombre real, Björn, y le retira el chupete.
Recuerda obsesivamente las
palabras de su marido, “siempre serás la
mujer de mi vida” (p.54), “eres la
excepción de mi vida” (p.8) y espera
su regreso, su visita o su llamada, en cualquier momento. Pasa las noches en
vela, con un sentimiento frecuente en el abandono de una pareja, sentimiento
que ella hace explícito: “la cama doble
de matrimonio es un mar gris y proceloso por el que nado errante toda la noche
entre un día y el siguiente mientras mi deseo persevera” (p.66). Su
problema, de difícil resolución, radica en el hecho de que resulta difícil
aceptar que el futuro vaya a ser tan diferente a como ella esperaba, su mundo
se tambaleaba hasta derrumbarse.
Sus pensamientos avanzan sin
riendas. Imagina a sus hijos en sendos ataúdes blancos cuando en medio de una
ventisca de nieve y una gélida neblina los lleva de excursión cerca de un río
glaciar. Siente ganas de arrancar de cuajo el corazón a su marido, aunque sabe
que él diría “Se te pasará”. Alimenta
a los niños de langosta y paté de hígado que es lo único que en esas fechas
festivas tenía preparado en su frigorífico. Cuelga una hamaca en el jardín,
entre dos serbales, en pleno invierno y se tumba en ella con los niños para
contemplar las estrellas.
En medio de todo este caos, su
madre le anuncia que viene Albert, su padre biológico que quiere conocerla.
Durante un curso de idiomas en el extranjero, con 19 años, se quedó
embarazada de ella. En el encuentro con Albert a quien no conoce, descubre que es su única descendiente. La aparición
del padre extranjero en su vida, le aporta una nueva complicación: muere
inexplicablemente en la habitación de un hotel y la deja heredera única de sus
posesiones y el encargo de ocuparse de sus cenizas.
Cuando ella llega a la casa de
Albert comprende muchas referencias que guardaba en su memoria. El desenlace de
esta historia, chocante e inesperada, lo conocerá el lector de la novela, No
seré yo quien lo descubra. Perla, que construye su novela a medida que avanza
la trama en la vida de su vecina, va a sufrir un importante giro en su vida y
va a ser la afortunada en disponer de los numerosos diarios de Albert.
De cualquier manera, en la novela
se pone en evidencia las trampas de la memoria porque “lo que pasó no es lo mismo que la historia de lo que sucedió. Los
diarios no son la verdad sino sus pensamientos y sus deseos, incluso sus
obsesiones.”(p. 232)
Esta oleada de eventos
impredecibles en una vida, en la que se incluye incluso la adopción de una
niña, esperada mucho antes del giro en la vida del matrimonio, sorprende
incluso a su vecina Perla, la escritora, “Si
escribo todo esto –dice-, mi editor
borra la mitad. La vida es más fuerte que la ficción”. Perla en ningún momento deja que su vecina caiga en la
autocompasión e intenta canalizar sus conocimientos para ayudarla a iniciar el
proceso de desenamoramiento, para hacer bajar a su marido del pedestal en el
que lo tiene.
Parece un resumen de la teoría del caos que estudiaba su
marido con su “amigo” matemáticos ambos quienes consideraban que “hay que suponer el caos, lo aleatorio y el
vacío en cualquier ámbito de la existencia” (p. 42)
Concluiré citando la curiosa
afirmación que la escritora islandesa pone en boca de Perla:
“Nadie describe la belleza del cuerpo masculino tan bien como Lorca” dice
Perla, la vecina que va construyendo su novela a medida que avanza la trama.
(p.183)
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