Con permiso del autor, adelanto un par de poemas
que me han impactado especialmente. El primero pertenece al epígrafe “Hana del árbol”, el segundo a “Hana de la flor marchita”.
Con la palabra oriental “hana” nos adentramos en
el concepto de belleza. Los poemas de Rafael Talavera no se quedan en la
representación de la flor como símbolo identificativo de belleza, como un ideal
estético o como un efecto de la sensibilidad estética, sino que constituyen una
investigación acerca de la verdadera naturaleza de la misma.
La belleza de sus versos tiene su origen
precisamente en la desaparición de la belleza externa percibida superficialmente. Es belleza lo que
trasciende tras hacer desaparecer la envoltura.
De este modo hay una relación directa
entre la belleza expresiva interior del poema y la belleza expresiva exterior
que percibe el lector. Es, por decirlo en pocas palabras, una belleza
percibida y expresada, una belleza que no solo se ve, una belleza para ser
sentida en el marco evolutivo del tiempo.
Hana
del árbol presenta la “experiencia vital en el tiempo”. En Hana
de la flor marchita, se “activan los recuerdos” de esta belleza y se acepta
el tránsito final.
NUNCA
arraiga la nieve
sobre
el molde en que cuaja.
Árbol,
estás
y
no estás.
Levedad
maquillada, la blancura
te
rapta en su barco fantasma.
¿Se
salvará una brizna
del
vendaval de tu belleza?
¿Qué
sería salvarse? ¿Dibujar
en
nieve una hoja, una rama?
(De Hana del árbol)
CONOZCO
tu secreto:
te
ha violado la luz.
Te
ha manchado de duelo y
de
cenizas de sueños.
Y
ahora eres nieve
pisada,
amontonada,
protegiendo
en su seno
una
herida de amor.
(De Hana de la flor marchita)
1 comentario:
La sensibilidad de Rafa desborda el corazón de quienes lo leemos. Gracias por despertarme.
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