El azar, que últimamente me acompaña con su cara más amable, me condujo ayer a la proyección de una especial película, polaca, del 2011: "El molino y la cruz", del director Lech Majewski, una película catalogada con una breve descripción: "visualmente subyugante"
Reelabora en lenguaje cinematográfico "El camino del calvario", un cuadro del pintor belga Pieter Brueghel el Viejo, quien interpreta la pasión de Cristo en Flandes, en el momento (1564) en que los españoles ocupaban la región y cometían todo tipo de desmanes, amparados tras la Inquisición. Muchas de las escenas son impactantes.
Con el molino en lo alto de un gran montículo rocoso, y la cruz, abajo en la ladera verde, las escenas reúnen a los jinetes españoles con casaca roja y a los habitantes de la zona en un paisaje popular, cargándose de un significado profundo.
Pero lo más atractivo de la película es la mirada. Rutger Hauer, el actor que encarna el personaje de Brueghel, pinta su cuadro de manera tan convincente, que en algunos momentos, no sabes si los personajes de carne y hueso se van a quedar petrificados como personajes pintados, o si los personajes pintados van a comenzar a moverse. Cada primer plano, además, tiene toda la caracterización de un cuadro, plasmando en primer término al personaje, y al fondo, con gran profundidad, una paisaje en suaves colores pictóricos.
Es el lenguaje del pintor, traspasando la pantalla y creciendo con la conjunción con el lenguaje fílmico.
Comparto el tráiler y las fotos, magníficamente seleccionadas, de la página
http://www.surtseyfilms.es/peliculas/el-molino-y-la-cruz/
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