Muchos
de los cafés literarios han desaparecido, por eso los que quedan han adquirido
categoría de museos detenidos en el tiempo. En sus mesas se discutieron
importantes decisiones políticas, la
inspiración visitó a artistas y
escritores, animados con el aroma de un buen café. Fue Balzac quien hizo el más
acertado elogio sobre el café. Describe la fuerza bélica del café que despierta
las ideas y hace que sacudan la pereza inmediatamente:
“El
café acaricia la boca y la garganta y pone todas las fuerzas en movimiento: las
ideas se precipitan como batallones en un gran ejército de batalla, el combate
empieza, los recuerdos se despliegan como un estandarte. La caballería ligera
se lanza a una soberbia galopada, la artillería de la lógica avanza con sus
razonamientos y sus encadenamientos impecables. Las frases ingeniosas parten
como balas certeras”… “Los personajes toman forma y se destacan. La pluma se
desliza sobre el papel, el combate, la lucha, llega a una violencia extrema y
luego muere bajo un mar de tinta negro como un auténtico campo de batalla que
se oscurece en las nubes de pólvora” (http://citasculinarias.blogspot.com)
En
VENECIA, la fama de los soportales de la Piazza San Marcos crece con la
presencia del Café Florian, a punto
de cumplir 300 años. Sus ilustres clientes le dieron el nombre a ese café
inaugurado por don Floriano Francesconi el 29 de diciembre de 1720, cuyo nombre
inicial fue “Alla Venecia Trionfante”. El café puede presumir de ser el primer
local que permitió la entrada a las mujeres.
Su
interior está organizado en pequeños salones que dan a la plaza, en los que se
reunieron en torno a una taza de café, escritores como Lord Byron, Marcel
Proust y Charles Dickens, que son quienes otorgan categoría literaria al local,
no solo por la leyenda de su presencia sino también por ser el lugar por donde
transcurren las peripecias de personajes literarios. Así Oscar Wilde en “El crimen de Lord Arthur Saville” (capítulo
IV), reúne en Venecia a Lord Saville con su hermano Lord Surbiton,
quienes paseaban por el Lido, recorrían en góndola los canales venecianos y cenaban en el Florián.
Foto: E. García de León |
La magia del lugar crece cuando anochece y se ilumina con sus
antiguas lámparas de Murano que, según se dice “acentúa la belleza”. En
Carnaval, la presencia de las máscaras suspende aún más el tiempo y potencia el
placer de vivir.
Foto: E. García de León |
El novelista
español Pedro Antonio de Alarcón, en su libro de viajes titulado De
Madrid a Nápoles ( 3ª ed. I, Madrid, 1886, pp. 367-368) describe así el lugar:
"El Café Florián tiene renombre europeo, por lo lindo, artístico y lujoso. Más que un café parece el tocador de una reina, adornado en estilo Médicis, medio Luis XIV. Sus muchas y pequeñísimas estancias se hallan decoradas con tanto lujo como primor. Las paredes están pintadas al fresco, con cristales encima. Estatuitas doradas a fuego sostienen luces de gas en lámparas pompeyanas. Las mesas son de mármol de Carrara y descansan en preciosas columnitas bizantinas... En suma: el célebre Café Florián (que nunca se ha cerrado de noche desde los tiempos de la señoría, de las mascaradas, etc.) es digno de la Plaza San Marcos, como la Plaza San Marcos merece su destino de sala principal de Venecia".LISBOA conserva un pequeño local en uno de sus barrios de obligada visita, el barrio Chiado, que es A Brasileira, el café donde -según cuentan- Fernando Pessoa escribió muchos de sus versos, y en cuya terraza ha sido inmortalizado, sentado junto a una taza de café. Adriano Telles abrió el local en 1905, local que aún mantiene su planta estrecha y alargada con espejos, bronces, mosaicos y maderas talladas que daban prestigio a su anterior ocupación, la de un negocio de camisería. El nuevo comercio iba a ser sede de importación de productos desde Brasil, especialmente del café de Minai Gerais, que Adriano Telles daba a conocer en degustaciones en tazas pequeñas de un café cuya preparación era semejante al expreso actual.
Fotos: http://www.lazapatilla.com/viajes/cafe-a-brasileira-lisboa/
Realmente fue PARÍS la ciudad que potenció la aparición y crecimiento de los cafés literarios. En torno a ellos se desarrollaban actividades políticas, culturales y artísticas. Tanta era la atracción que ejercían sobre la gente que el humorista francés Georges Courteline dividía al pueblo en dos grandes grupos de mentalidad distinta y contrapuesta: “los que van al café y los que no lo frecuentan nunca”
El primer
café literario tuvo que ser francés: el Café Procope, fundado en 1689. Son
numerosos los cafés franceses que se conservan y cuya tradición literaria es
conocida, así destacamos el Café de la Paix, Les Deux Magots, y el Café de
Flore. Todos deben su merecida fama a la presencia de escritores que lo
utilizaron no solo como lugar de ocio y conversación en torno a la taza de café
sino también como espacio creador.
El Café de Flore está situado en el barrio de Saint Germain des Prés, cuna del existencialismo, junto a la plaza Sartre-Beauvoir que toma su nombre de la habitual presencia en el café de Jean Paul Sartre y su eterna compañera Simone de Beauvoir quienes incluso tenían mesa fija en el café.
El Café de Flore está situado en el barrio de Saint Germain des Prés, cuna del existencialismo, junto a la plaza Sartre-Beauvoir que toma su nombre de la habitual presencia en el café de Jean Paul Sartre y su eterna compañera Simone de Beauvoir quienes incluso tenían mesa fija en el café.
Foto: E. García de León |
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