Curiosa denominación que hace referencia a esas decenas de miles de crías de araña que, con el fin de la primavera y el comienzo del otoño, nacen y enseguida empiezan a segregar hilos de una materia viscosa, que se solidifica al contacto con el aire. Cuando se levanta el viento, estos hilos, casi invisibles, se dejan arrastrar, como si fueran cometas, con sus arañas sobre ellos en busca de nuevos destinos. Los vencejos conocen bien la ruta de esta emigración y constituyen su plato principal aéreo.
Este fenómeno es muy frecuente en zonas rurales argentinas, y la imaginación popular le ha dado un nombre, “las babas del diablo”, como el título del relato (1959) de Julio Cortázar, un relato que representa “la relación del hombre con la realidad a través del lenguaje, la relación del escritor con la realidad a través de la literatura, la relación del artista con la realidad a través del arte” según lo define Carlos Albarracín-Sarmiento (en “Literatura y realidad.” AIH. Actas IV). Cortázar relata cómo un personaje huye “perdiéndose como un hilo de la Virgen en el aire de la mañana. Pero los hilos de la Virgen se llaman también babas del diablo, y Michel tuvo que aguantar minuciosas imprecaciones, oírse llamar entrometido e imbécil, mientras se esmeraba deliberadamente en sonreír y declinar, con simples movimientos de cabeza, tanto envío barato”
Según la propia declaración de quienes han vivido la experiencia, da mucha impresión percibir cómo algo no visible, que se desplaza por el aire, te roza la cara o los brazos. La versión religiosa desplaza la denominación satánica “babas del diablo” por la de “hilos de la Virgen”. Sin embargo, ni hilos ni babas. Son sedas de araña.
A pesar de su extrema finura y ligereza, parece ser que son unas sedas más duras que el propio acero, por lo que la ciencia ha sabido aplicarlas a la confección de chalecos antibalas. Un hilo de seda de araña, del mismo grosor que uno de acero, tiene más o menos la misma resistencia pero la seda es notablemente más ligera que el acero, de manera que si tenemos en cuenta el peso de ambos elementos, resulta que la tela de araña es cinco veces más resistente que el acero. Solo hay un problema, las arañas son agresivas y depredadoras y no pueden criarse si no es en libertad.
Incluso en algún foro (en el Blog “Los Archivos del viento”) se lee la curiosa anécdota de Luis XIV a quien, parece ser, le confeccionaron un abrigo con sedas de araña.
1 comentario:
Ha caído este relato en mi manos por "casualidad" y se ha quedado sonando esto de las babas del diablo.... Muchas gracias por el contexto y la información!
Saludos.
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