Un Pigmalión refinado
Cicatriz
de Sara Mesa es una de las novelas de 2016,
que ha merecido de algunas de la opiniones críticas a tener en cuenta, la consideración de lectura
“imprescindible”.
Se trata de una perturbadora
historia que gira solo en torno a dos personajes, ahondando en el turbio
comportamiento de ambos y en la conducta del ser humano.
Sonia es una becaria joven, con un aburrido trabajo en un
archivo, sin proyección de futuro, que vive en la periferia de la ciudad y cuya
vida familiar es deprimente. En suma, una existencia anodina, con una única
ventana al mundo, Internet. A través de
un foro literario, al que llega por pura casualidad, se va enredando con
Knut Hamsun, apodo de otro ser solitario que “distrae” primero libros y más
adelante cosas más personales, en los grandes almacenes y se las envía a Sonia.
Esta relación virtual
despierta en ella una mezcla de atracción y repulsión que inexplicablemente
mantiene hasta el final. Los personajes intercambian correos en los que se pone
de manifiesto sus sentimientos, emociones y todo aquello que tiene lugar en el
interior de cada uno. Por ello apenas hay ambientes externos, solo, los
estrictamente necesarios para ubicar el desarrollo de los acontecimientos y, la
mayoría de ellos son interiores. Tampoco hay intervención de un narrador ajeno
a los personajes. “Es necesario que el
narrador se disuelva, se quite de en medio” –afirma Sara Mesa (en Alberto
Gordo, 04-03-2015, Elcultural.com )-, lo que hace muy interesante la perspectiva
narrativa.
La escritora hurga sin piedad
en los fracasos de ambos, en sus heridas vitales, conduciendo a los personajes
desde una relación mantenida por curiosidad hacia una turbadora obsesión que se
torna pesadilla. Knut es el sujeto dominante, perverso, refinado y manipulador;
Sonia se debate entre la fascinación y la repulsión. Acoso, sumisión, desprecio,
culpa… son los términos que caracterizan esta estrafalaria relación.
A pesar de lo interesante
que parezca el tema, el desarrollo de la trama es pesado, reiterativo y termina
careciendo de atractivo. Del mismo modo sucede con los personajes, misteriosos
y atractivos al comienzo, insoportables según avanza la historia. Se trata de
un sujeto que regala cosas robadas a una chica que a él le gusta y ella las acepta,
empujada por su vanidad o por su soledad, sin pensar en nada más. La escritora
se cuestiona “hasta qué punto un regalo
es solo un regalo y no comporta mucho más”. En este punto hay una reflexión
acerca de la moralidad del robo, hecho que Knut justifica porque no roba con
violencia y lo hace solo en grandes superficies, por
lo que lo considera como un acto casi contra el sistema, “después de todo, su riqueza proviene del expolio”- le comenta unos
de los compañeros de Sonia.
La relación entre ambos es
lo que resulta interesante, es una relación de dependencia, enfermiza, una
fantasía sexual sin sexo. Hay una perspectiva de idealización relacionada con el consumo de objetos de
lujo, una perspectiva en que la realidad se sustituye por el mundo ideal y los
dos personajes rechazan tener ningún encuentro físico. Sexo y amor se separan.
Es una relación “amorosa” basada además en la obsesión. El personaje masculino,
del que solo conocemos su apodo, Knut Hansum, es una especie de Pigmalión
literario que pretende recrear el talento de Sonia como gran lectora y
potencial escritora, a su manera, con un perfeccionismo obsesivo. Es un
personaje manipulador que la domina fácilmente, aprovechándose de la
insatisfacción vital que ella padece, lo que le impide percibir el acoso
sicológico a que la somete Knut y por supuesto no se rebela.
Es original la estructura
con saltos constantes hacia atrás y hacia delante. Este recurso genera tensión mediante la anticipación en un
capítulo de un suceso o de un giro argumental del que se relatan causas y
desarrollo de los hechos en los siguientes capítulos. El mismo comienzo de la
novela es una escena adelantada en el tiempo narrativo, a continuación de la
cual, la autora regresa en el que denomina primer capítulo “siete años antes”.
A pesar del interés de la
técnica, no se logra el resultado esperado por el lector, porque lo que parecía
impactante luego resulta casi insulso e incluso decepcionante.
Hay una perfecta
identificación entre el tema y el estilo empleado, escueto y sencillo, con
escasos adornos que conducen a que las conversaciones entre ambos resulten
aburridas, tan aburridas como ellos mismos pues reflejan su pensamiento y, al
no haber narraciones secundarias, la historia pierde interés por su
reiteración. La escasa acción y la falta de desarrollo de la trama da lugar a
que resulte pesada la continua lista de libros robados, las marcas de lencería
y cosméticos elegidos, los perfumes, cómo desactivar las alarmas de cada marca,
etc. En este punto destaca la importancia de los objetos en la vida cotidiana y
en la novela. Representan el apego por los recuerdos que despiertan y su
función simbólica: invaden la casa y la vida de Sonia que, como personaje
inactivo es incapaz de eliminar.
Dentro de la invariabilidad
del argumento, me gusta el imprevisto pequeño giro que da la novela al final. Y, a pesar de los comentarios negativos vertidos en esta reseña, la novela me ha gustado, sobre todo por su originalidad y el dominio del lenguaje.
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