Había ciudades...
Las ciudades pequeñas ya no
son lo que eran antes. Esas ciudades de verano en las que se descansaba porque
el clima suave lo permitía, con parques que eran pequeños paraísos y un
ambiente que invitaba al sosiego del cuerpo y del alma, se han convertido en
ruidosas ciudades motorizadas. Los parques están invadidos por vehículos con o
sin motor: numerosas sillas de ruedas empujadas por dos o tres personas que
acompañan al abuelo al tiempo que taponan el paseo. Abuelos que todavía pueden
desplazarse detrás de un andador que avanzan como buenamente pueden. Enseguida
llegan pisando fuerte los tacones de la recién-madre de unos treinta años, con
enorme y todoterreno carrito “Bugaboo” de bebé, adelantando con ímpetu por la
derecha o por la izquierda, le da igual con tal de pasar delante. Y
atropellando también llegan los niños, orgullosos sobre su patinete recién
comprado, acompañados de sus padres, más orgullosos todavía cuando el niño se
aburre y le ofrece, con gran generosidad, a su progenitor la enorme fortuna de
cargar su patinete sobre el hombro y abrirse camino entre tanto tráfico. Detrás
vienen los adolescentes, veloces siempre, sobre sus bicicletas recién
abrillantadas, y con ellos aumenta un poco más el peligro para la integridad
física de quienes caminamos sin vehículo.
Mientras tanto estos
peatones, prácticamente marginados de esta reunión social por no ser poseedores
de ninguno de estos vehículos, intentan avanzar para llegar con suerte sin un
atropello en un pie, o en los dos, a la salida del tremendo paseo por el
parque, que se ha convertido en una agobiante superación de obstáculos. Ya
sabes, si no eres bebé, madre de bebé, niño o viejo, olvídate del arcaico y sano paseo por el parque
y encamina tus pasos al asfalto o a los bares cerveceros. No hay otra.
Si circulas en coche,
tampoco es tan fácil. Hay calles en las que hay que zigzaguear para ir avanzando entre los
diversos vehículos que a izquierda y derecha, en doble fila, obstaculizan el
desarrollo normal del tráfico. Al final la conclusión es que la generación del
medio, la que va de los 35 a los 60 años, es la que cría a los niños, soporta y
mantiene a los adolescentes, protege a los ancianos y paga las pensiones. Es
muy fuerte que, en estas ciudades, uno no pueda darse un paseo por el parque en
paz.
Algo atisbó Luis Martín Santos cuando escribió: “Hay ciudades tan descabaladas… que no tienen catedral.”
Algo atisbó Luis Martín Santos cuando escribió: “Hay ciudades tan descabaladas… que no tienen catedral.”