Asistimos la tarde del 15 de octubre de 2015 a la presentación del libro de Ramón Bello Serrano, Timón de Atenas.
Estas fueron las palabras de la presentación:
Nos reúne aquí, nuestro amigo Ramón Bello Serrano, abogado, escritor y periodista, conocido de todos ustedes por lo que apenas necesita más presentación que la de su nuevo libro, Timón de Atenas, en el que confluyen sus facetas de periodista y escritor, sus vastos conocimientos filológicos y literarios y una memoria prodigiosa que potencia su erudición.
Timón de Atenas es una recopilación de artículos de prensa, publicados en La Tribuna de Albacete, que el propio autor escoge bajo la denominación de artículos literarios.
El binomio periodismo-literatura como concepto de comunicación escrita, muestra que, en efecto, existen unos textos periodísticos sobre los que planea la fuerza de lo literario. Sobre ello discurre una histórica discusión, una polémica con Mariano José de Larra como precursor. En su conocido artículo de costumbres, Ya soy redactor, escribe:
"El hecho es que me acosté una noche autor de folletos y de comedias ajenas y amanecí periodista; míreme de alto a bajo, sorteando un espejo que a la sazón tenía, no tan grande como mi persona, que es hacer elogio de su pequeñez, y vine a escudriñar detenidamente si alguna alteración notable se habría verificado en mí físico; pero por fortuna eché de ver que como no fuese en la parte moral lo que es en la exterior y palpable tan persona es un periodista como el autor de folletos".
(el autor de folletos hace referencia a la novedad de que los periódicos en el siglo XIX incluyeran pequeños cuadernillos o folletos -de ahí el nombre folletín- que se publicaban a diario, y al dejar la acción en suspense, despertaban la curiosidad del lector que deseaba seguir leyendo la continuación al día siguiente. La innovación fue todo un éxito y permitía la venta masiva de periódicos. Después, muchas de esas obras narrativas se publicaban reuniendo los capítulos en un libro.)
En 1845 Joaquín Rodríguez Pacheco (político –ministro de Estado y presidente de varios de los gobiernos de Isabel II- , jurista, escritor, académico, destacada figura del romanticismo conservador de la generación española de 1834), en un discurso ante la Real Academia Española, defiende los valores literarios del nuevo género: el periodismo. Y cincuenta años después (1895), Eugenio Sellés, designado miembro de la Real Academia de la Lengua Española pronuncia su discurso de ingreso sobre “El periodismo”, refiriéndose al mismo en estos términos:
"Es género literario la oratoria que prende los espíritus con la palabra y remueve los pueblos con la voz; es género literario la poesía, que aloja la lengua de los ángeles en la boca de los hombres; es género literario la historia, enemiga triunfante de la destrucción y del tiempo, porque hace volver lo que pasó y resucita el alma de las edades muertas; es género literario la novela, que narra lo que nadie ha visto, de suerte que a todos nos parece verlo; es género literario la crítica, que pesa y mide la belleza y tasa el valor y contrasta la verdad y las mentiras artísticas; es género literario la dramática, que crea de la nada hombres mejores que los vivos y hechos más verosímiles que los reales; no ha de serlo el periodismo, que lo es todo en una pieza: arenga escrita, historia que va haciéndose, efemérides instantáneas, crítica de lo actual y, por turno pacífico, poesía idílica cuando se escribe en la abastada mesa del poder y novela espantable cuando se escribe en la mesa vacía de la oposición?"
En definitiva, la Academia se pronunció ante la polémica cuando permitió el ingreso del periodista Mariano de Cavia.
El Periodismo Literario tiene su propia identidad y existe como forma autónoma, caracterizado con un estilo que va más allá del lenguaje tradicional periodístico, un estilo inconfundible donde se destaca el buen uso del idioma, el dominio de la palabra escrita.
El periodista literario no es un comunicador improvisado en la prensa. Es, en la mayoría de los casos, un periodista, frecuentemente con experiencia, que tiene relación directa con los textos literarios, bien como escritor, bien como ávido lector de la literatura universal.
Respecto a los temas del periodismo literario, podríamos afirmar que son prácticamente infinitos: hechos que dan lugar a la noticia diaria, pequeños o grandes detalles de la misma, personajes y lugares, incluso recuerdos y anécdotas personales. Un buen periodista literario es capaz de enfrentarse a cualquier tema que, por otra parte, adquiere una relevancia especial en la pluma de quien, con su talento, descubre y enaltece la inagotable realidad de su entorno.
Y desde luego, hay que destacar la pasión del periodista literario frente a su oficio. Es una necesidad del escritor, que está por encima de la consideración de aspectos económicos, por encima de su otro oficio, el que le permite vivir. Es en suma un reto para su potencial creativo.
Amando de Miguel refleja la postura psicológica que tiene un escritor, en el siguiente enunciado: "La primera condición para escribir bien es leer bien. Los que mejor han escrito eran ante todo omnívoros lectores. Hay algo de caníbal en el oficio de escribir. Si no se deglute letra impresa no se vomita letra impresa. Claro (afirma irónicamente) que el proceso digestivo produce también excrementos". (En Sociología de las páginas de opinión, 1982). Por ello, si hablamos del escritor estamos hablando de lector. Si hablamos de Ramón, hablamos de un lector devorador que asimila y digiere con elegancia
El estilo de libro del que hablamos, Timón de Atenas, es marca “Ramón”: por sus constantes referencias a escritores de la literatura universal de cualquier época (sobre todos ellos, planean siempre Shakespeare y Cervantes), referencias a héroes y dioses de la mitología grecolatina, referencias a personajes de la Biblia, a actores, políticos, gente del cine, emperadores, amigos y conocidos… en fin, un imposible abanico difícil de enumerar.
Es marca “Ramón” escribirlos de una tirada, sin pausas ni puntos y aparte, que pudieran romper el hilo que encadena sus pensamientos. Por eso incluye constantemente incisos, paréntesis, guiones y cuantas digresiones y aclaraciones se le ocurren para el desarrollo de su idea.
Es marca “Ramón” el juego con las palabras: el DNI “encartado” que “descarta” cuando lo saca de la cartera, la elección de vocablos inusuales, como el calificativo “ríspido” (en lugar de sus conocidos sinónimos áspero, violento, intratable), o el término “complotados” (conjurado, quien participa en un complot), por poner un par de ejemplos, su verbo favorito “remaneciendo” (amanecer de nuevo e inopinadamente). Y cómo no destaca su libertad absoluta y su originalidad en la adjetivación, así podemos leer que las manos de Aristóteles son "verdaderas", "perseguidas" las de Fray Servando Teresa de Mier, "infernales" las del diablo Titivil, "retractadas" las de Claudio Frollo, "sustanciosas" las de Quasimodo, "alizarinas" las de Nebrija, hay manos "purpuradas", "encobradas", "azafranadas" y un largo etcétera (págs.93-94)
En lo que respecta al título del libro, Timón de Atenas, el propio autor explica su origen y su significado, al final del libro. El Timón de Atenas (1606) de Shakespeare es una pieza inclasificable, desconcertante, que describe cómo los cambios en la suerte, conducen al protagonista a perder la esperanza y lo convierten en un misántropo.
Joaquím Benite dirige una versión del tema que se presenta en el Festival de Mérida en agosto de 2008. En ella, Timón es un neopositivista contemporáneo que plantea la idea de que si se utiliza el mundo como medio de redención, si el hombre pudiera imponer su voluntad por encima de cualquier valor moral, todo sería posible. Sin embargo Timón se retira defraudado y cansado de la vida.
Esta versión del dramaturgo Francisco Sena, sitúa la acción en 1973 en un contexto de crisis política y económica (golpe de estado de Pinochet y los coroneles griegos, crisis mundial del petróleo, la Unión Soviética reconoce el genocidio estalinista, Mandela sigue en prisión, el muro de Berlín es el símbolo de la vergüenza occidental… Es una modernizada visión de la traición, el dinero, la generosidad.
Timón no entiende que la bondad y el bien no están considerados en una sociedad llena de incertidumbre y de miedo, no entiende por qué se viene abajo un mundo de bondad y de amistad que tanto ha costado levantar. La única solución es seguir viviendo a pesar de todo y de todos. No queda otra. Timón se convierte en un hombre defraudado de la sociedad, desconfiado. Por eso se sube a una columna, para renunciar al mundo y por tanto a vivir. Sátira de costumbres y de la ingratitud humana es el significado del drama, a caballo entre la fábula y el discurso moral, en el que rezuma humanismo por todas partes.
La elección de Timón de Atenas como título del libro de Ramón, parece como mínimo oportuna. Por sus páginas pulula la generosidad, la presencia de la amistad verdadera, de la fidelidad y de los falsos amigos, aduladores, “la honradez natural … que vamos sintiendo con el paso de los años querellada”(p. 182), la idea de que “la vida es batallar … aunque quizá no queramos saber que batallamos por nuestra alma de corcho, de manera brillante, pero vodevilesca y falsa” (p.181). En sus páginas está presente el desencanto de Timón de Atenas: “La vida es el oleaje (que creemos dominado y ordenado) que, de un golpe, arrebata algo muy querido o planta la desilusión y ese diminuto rizarse del agua (cuando observamos la resaca que hace rodar la piedra pequeña) nos convierte en litigantes perpetuos que aburren al juez- aburrido el mar.” (p.156)
El origen y el significado de la elección del título nos lleva a la declaración del autor en la última página de libro:
"... puede adivinarse el oficio e industria de este libro. Hay generosidad y desencanto. Nada es inocente. Pero el hombre generoso siempre va más allá del esquinero y perfilado. Nada hay peor que sentir desprecio por algo o alguien. Nada".
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