La editorial Tusquets, en 1971, homenajeó a Mario Vargas Llosa con un pequeño libro, escrito en tinta verde, que recoge una conferencia que el escritor pronunció en Washington State University (11 de diciembre de 1968), en un rudimentario inglés. Se titula "La historia secreta de una novela". Obviamente hace referencia a La casa verde.
Está escrita en color verde, del mismo modo que "La casa verde", y en ella Vargas Llosa desnuda el proceso de creación de esta compleja novela.
"Escribir una novela es una ceremonia parecida al strip-tease. Como la muchacha que, bajo impúdicos reflectores, se libera de sus ropas y muestra, uno a uno, sus encantos secretos, el novelista desnuda también su intimidad en público a través de sus novelas. Pero, claro, hay diferencias. Lo que el novelista exhibe de sí mismo no son sus encantos secretos, como la desenvuelta muchacha, sino demonios que lo atormentan y obsesionan, la parte más fea de sí mismo: sus nostalgias, sus culpas, sus rencores. Otra diferencia es que en un strip-tease la muchacha está al principio vestida y al final desnuda. La trayectoria es a la inversa en el caso de la novela: al comienzo el novelista está desnudo y al final vestido."
Vargas Llosa explica cómo en una pensión de Madrid en el año 1958 "quedó perpetrado el acto de locura", escribir, y cómo en 1962, en un apartamento de París, volvieron a su memoria todos los recuerdos de Piura (el desierto, el Perú español), de la selva (la exuberancia vegetal, la selva) y del río Marañón. Todos ellos mezclados. Y ahí comenzó el proceso de construcción de una novela, mientras en la memoria del escritor se agrupaban y enredaban los recuerdos:
"Era demasiado fatigoso seguir luchando por apartarlos. Decidí entonces, no hacerlo más: fundir esos dos mundos, escribir una sola novela que aprovechara toda esa masa de recuerdos."
Dos "casas verdes" acudían a su memoria: la imagen enigmática que atraía a un niño de nueve años, y el burdel pobretón, siete años más tarde. Dos caras de la misma moneda, una irreal y fabulosa, otra real y objetiva que poco a poco reconstruyó. Igualmente Vargas Llosa ficcionó las vidas de los personajes que acudían a su memoria.
El desarrollo en la construcción de la novela, lleva al escritor a concluir que "una cosa es la novela proyectada y otra la novela realizada". Y descubre, según afirma, que las novelas se escriben "principalmente con obsesiones y no con convicciones, que la contribución de lo irracional era, por lo menos, tan importante como la de lo racional en la hechura de una ficción."
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